jueves, 13 de agosto de 2015

El portador de estrellas

Décimo segunda parte
Los siguientes días parecieron borrones en la vida de Lizzie, tan sólo esperaba noticias del paradero
de su padre y la pronta recuperación del señor Rencs. Desde la jornada del incidente no había vuelto a ver a Orión, ni a escuchar su voz dentro de su cabeza, parte de ella lo agradecía y parte echaba de menos su sonrisa torcida y sus constantes bromas.
Por otro lado Tomas intentaba por todos los medios traer a Lizzie al mundo real, pero aunque su cuerpo se hallaba en la mansión, sus pensamientos volaban a miles de kilómetros. La única persona que parecía traerle vida a sus ojos castaños era, irónicamente, Edmund, quien pasaba todas las tardes a seguir la evolución de Matthew y comentaba con ella sus progresos antes de irse.

"No soy médico Lizzie, pero creo que en un par de semanas Tomas tendrá fuerzas para levantarse y caminar de nuevo"
"Muchas gracias, Edmund...por todo"
"No tienes que darlas, somos aliados, ¿recuerdas?"
Ella no contestó, ya sabía el estado de su futuro suegro, así que podía volver a sus pensamientos. Lejos de ofenderse, Edmund parecía haberse acostumbrado a la lejanía de la muchacha con todo el mundo, así que se despidió de todos y se dispuso a cruzar el umbral de la puerta cuando Tomas le abordó.

"Edmund, ¿tienes un segundo? Estoy preocupado" dijo.
"Ya has oído lo que le he dicho a Elizabeth, tu padre saldrá de ésta."
"Lo sé, pero no es él quien me inquieta ahora mismo." y le miró profundamente a los ojos, no hacía falta decir el nombre de la chica para que ambos entendieran de quien hablaba.
"Acompáñame a mi montura, ¿quieres?" dijo girándose y sin mirar atrás para comprobar si Tomas hacía lo que le decía.
"Tu prometida ha pasado por mucho, demasiado, estos días, es normal que esté ausente."
"Pero...parece que no importa lo que le diga ella no responde."
"Porque lo único que le puedes decir tú que la ayude es que han apresado a su padre."
"¡Qué dices!" exclamó Tomas.
"¿No la entiendes no? por Dios, en breve será tu esposa y pareces ser el único que no la comprende..." paró al lado de su yegua y le miró a los ojos "Tomas, ella se siente responsable de lo que ha pasado con su padre, por eso ha renunciado al apellido Parks y aceptado el de tu familia...ella espera que lo apresen y poder casarse contigo para compensar a los tuyos."
"Entonces...ella no nos ha aceptado porque nos quiera..."
"No es eso Tomas, está claro que le tiene muchísimo cariño a tu familia, pero apenas lleva unas semanas aquí, no podías esperar que te aceptara tan rápido si pretendías que fuera por amor."
"No...supongo que no...pero yo no quería que esto fuera así, yo quiero que ella sea feliz conmigo."
"Si me permites un consejo, y te juro por el honor de mi familia que no estoy interesado en cortejar a Lizzie, si te casas con ella al poco de resolverse todo este asunto ella nunca será feliz contigo."
"¿Y qué hago?, ¿sugieres que debería repudiarla?"
"No Tomas, pero acógela aquí como harías con mi hermana, como si fuera una amiga. No la presiones y por Dios, trata de entenderla un poco más."
"No lo entiendo, parece como si tú, que apenas la has visto, la entendieras mejor que yo, que convivo con ella estos días"
"Ella se siente bien en mi presencia porque sabe que a pesar de que me debe algo, como a todos los de esta casa, yo le pediré algo a cambio...conmigo siempre podrá volver a estar en paz."

Y como siempre ha sido, los días se sucedieron a las noches. Sol, luna, Sol, luna...el señor Rencs se levantaba...Sol, luna, Sol, luna...seguían sin haber noticias de su padre...Sol, luna, Sol, luna...Anna venía a hacerse cargo de ella...Sol, luna, Sol, luna...
De pronto, todos las emociones de los días que habían pasado como un suspiro se concentraron en un breve periodo de horas. Lizzie estaba en su cuarto, era una noche fría y ella se encontraba en la terraza, mirando al infinito. De pronto, una pequeña y casi imperceptible estrella fugaz corrió por una diminuta parcela del amplio cielo.
Orión...pensó Lizzie, había bloqueado todo pensamiento sobre él desde el incidente, pero ahora que el señor Rencs se encontraba mucho mejor se permitió pensar en él...me pregunto...me pregunto donde estará...y si está enfadado conmigo por lo que he hecho. Sin darse cuenta se había llevado los dedos a los labios.
"Yo también pienso en ese beso" dijo la voz más triste que jamás nadie pudiera haber oído a sus espaldas.
"¡Orión!" dijo ella, sobresaltada, miles de cosas pasaron por su cabeza en ese momento...que lo extrañaba, que le debía mucho a los Rencs ya como para permitirse verle otra vez, que el corazón le latía a mil por hora...Pero en lugar de gritarle, echarle o invitarle a pasar simplemente le abrazó y empezó a llorar.
"Eh, Liz, ¿qué pasa?" el chico estaba realmente sorprendido y preocupado, pero ella no podía hablar; lloraba de odio, de rabia, de tristeza, de impotencia...y de alivio porque por fin él estuviera ahí y pudiera sentirle cerca. Ni ella sabía lo que lo había extrañado. Le fallaron las piernas, así que Orión la cargó en brazos y los sentó a ambos en la cama, todo ello sin desprender el abrazo que los unía.
"Per...perdona" dijo ella cuando pudo serenarse "no deberías haber tenido que soportar esto, gracias."
"Liz, no es nada...yo...no sabía si querías verme, pero estaba pensando en ti...y sentí que por primera vez en semanas tú también pensabas en mí y...no sé si he hecho bien al venir."
"Sí, has hecho bien, creo...creo que tenemos que hablar."


viernes, 17 de enero de 2014

El portador de estrellas

Décimo primera parte
Las siguientes horas fueron confusas. Cuando Lizzie trató de recordarlas más tarde, sólo consiguió recuperó imágenes borrosas y desordenadas.
"Mi padre ha apuñalado a Matthew, ha tratado de acabar con su vida...y asesinó a mi madre" era demasiado para asimilar, y tampoco tenía tiempo para ello, pues sus manos presionaban un pañuelo contra el costado del señor Rencs.
Le habían llevado al salón y puesto sobre la gran mesa. Beatrice, Sylvia y algunas criadas preparaban todo lo necesario para curar y coser la herida...aunque Elizabeth dudaba de que fuera posible. Todo lo que veía era sangre en el pañuelo, en sus manos, manchando la mesa...todo se estaba poniendo rojo.
"¡LIZZIE!" Le gritó Sylvia "sé que esto debe ser traumático para ti, pero te necesitamos aquí en la Tierra"
"Lo...lo siento, ¿qué decías?"
"Eres el jinete más rápido aquí ahora mismo. No creo que Matthew aguante el tiempo suficiente como para que llegues a la ciudad y vuelvas con el doctor, pero puedes ir a por Edmund."
"¿EDMUND?"
"LIZZIE, NO ES EL MOMENTO PARA REPLICAR, ÉL TIENE CONOCIMIENTOS BÁSICOS EN MEDICINA"
Cuando Sylvia quería, podía conseguir cualquier cosa, pensó Lizzie. Y sin perder un segundo más corrió al establo y salió galopando en una yegua pequeña pero veloz.
No creo que sea una buena idea confiar en él.
La voz de Orión la sobresaltó. No sabía si podía responderle, así que siguió galopando con la vista opuesta en el horizonte.
Yo podría indicarte qué hacer.
La chica lo sopesó un segundo pero no podría volver después de haber estado sin hacer nada para de pronto saber exactamente qué técnicas usar.
Lizzie, da la vuelta.
"¿POR QUÉ?" gritó ella en voz alta, ya sin poder contenerse.
Porque no me fío de él, te pedirá algo a cambio.
"¿NO TIENES ESTRELLAS QUE CUIDAR EN ALGÚN LADO?" Estalló ella. Tenía cosas más importantes en las que pensar.
Y ya no volvió a oír voces en la cabeza ni durante el camino, ni cuando se tiró de su montura cuando ésta aún no se había detenido del todo, ni cuando tras mucho insistir le abrieron la puerta...ni siquiera cuando la sirvienta gritó al verla ensangrentada.
"Lizzie, tienes que decirme EXACTAMENTE dónde ha sido el golpe" dijo Edmund mientras atravesaban a toda velocidad el camino de vuelta.
"Pues...sobre..." ella luchaba por buscar las palabras, pero él estaba impaciente, por lo que tomó su mano y la colocó sobre su pecho. Ella iba a retirarla y decirle que era un engreído pero él la retuvo.
"Señálamelo" ordenó él.
Y ella así lo hizo, bajó la mano por su pecho hasta su estómago y luego giró a la derecha. "Aquí"
"No prometo nada, pero puede que se salve" declaró él, y Lizzie respiró hondo por primera vez desde que se había bajado del coche.
En cuanto llegaron, Edmund solicitó intimidad y sólo permitió que Sylvia lo ayudará, por lo que Lizzie se quedó a solas con las criadas en la salita, donde el tiempo pareció congelarse.
Ya está pensó Lizzie yo ya he cumplido, puedo derrumbarme.
Sin embargo, no derramó lágrimas, no salió sonido de su boca...no le quedaban fuerzas.
Pudieron pasar horas, o quizá sólo minutos. Pero de pronto Beatrice pareció darse cuenta de su vestido manchado de sangre hasta los codos, así que la acompañó a su cuarto y preparó un baño.
"Beatrice, ¿se sabe algo?" Preguntó Lizzie.
"Aún no, señorita...debemos tener paciencia."
Y ya no volvió a hablar.
Eran las tres de la madrugada cuando Edmund abrió las puertas del salón. Automáticamente todas las criadas se pusieron en pie, Lizzie apenas levantó la mirada del fuego, temiéndose lo peor.
"Está vivo" dijo, y se dirigió a donde se encontraba la chica "¿has oído, Lizzie? Le he salvado la vida" hizo una pausa, pero ella no contestó "¿Lizzie?...Elizabeth Parcks, si me oyes contéstame ahora mismo"
"No me llames así" contestó ella con una mirada más fría que el hielo "yo no tengo nada que ver con ese asesino"
Edmund sonrió sólo un poco, aliviado de que la chica no estuviera en shock. "¿y con qué apellido me refiero a usted, señorita...?"
"Rencs, Elizabeth Rencs"

sábado, 23 de noviembre de 2013

El portador de estrellas

Décima parte:
"Estúpido Edmund" dijo Lizzie en voz alta. Se sorprendió a sí misma por el enfado de sus palabras, pero sentía que su vida ya era bastante complicada y que no necesitaba a otro hombre en ella. Cogió el sobre entre sus dedos con intención de romperlo cuando a su mente llegó una frase de Orión: <<¿No sientes una tremenda curiosidad por esa carta?>>
¿Qué quisiste decir con eso? Si fuera una simple carta de amor no hubieras mostrado tanto interés...pensó Lizzie y, rompiendo la promesa de volver a la cama tras la partida del portador, abrió la carta.

"Estimada Elizabeth Parks Rencs,
     Quizá debería pedirte perdón, pero puesto que me debes un favor, me ahorraré el falso arrepentimiento. Con eso quiero decir que no lamento ninguno de mis halagos, pues soy amante del arte y tú eres la definición más próxima a esa palabra que conozco.
    Lo que sí quiero darte es una explicación, no siento ningún interés en tener una relación romántica contigo, no porque no seas hermosa (lo cual ya ha quedado claro que eres), no porque no seas virtuosa e inteligente. Mis motivos me los guardaré para mí mismo por ahora, por ahora sólo debes conocer que el motivo de mi actuación fue ver la posibilidad de sacar a mi hermana Rosaline de la desdicha. Puede que ahora me, mejor dicho, nos odie, pero si continuaba con su obsesión por Tomas moriría sola...estoy seguro que dentro de unos años estará casada y agradecerá lo que he hecho por ella. Además, conozco al tímido de Tomas...necesitaba un empujón, verás como ahora está más próximo a ti y la petición no tarda en llegar.
   
Siempre tuyo,


                                               Edmund (tu amigo, tu aliado y fiel servidor)

P.D: Espero volver a verte pronto y prometo informarte antes de introducirte en mis futuros y, como no, descabellados planes."

"Estúpido metomentodo Edmund" exclamó Lizzie "¿Cómo se le ocurre darle alas a Tomas?, ¿Quién se cree que es para ir jugando con las vidas de todo el que tiene delante?" Y rabiando así la encontró Beatrice.
"¿Ocurre algo querida?" dijo ella, con verdadera preocupación por la chica.
"Nada en absoluto...sólo estaba recordando lo sucedido ayer..."
"Sí, entiendo que las palabras de Rose la hirieran"
"¿Rose?..." dijo ella volviendo al mundo real "Oh, sí, por supuesto...fue del todo...inapropiada"
"No siempre es así...debo decir, y no es por defenderla, que nunca la había visto actuar de esa manera..."
"A veces el corazón gobierna sobre la razón" dijo ella, entendiendo a Rose.
"Sí...pero no se entristezca, verá como ella vuelve a disculparse y se hacen amigas"
Lizzie sólo pudo fingir una sonrisa y asentir, no quería seguir pensando en nada que estuviera mínimamente relacionado con Edmund.
"¿Sabe qué haremos hoy?" preguntó a su criada, mientras ésta la vestía.
"Sí, los hombres irán a cazar y usted y Sylvia irán de compras a la ciudad"
"¿De compras?, ¿con éste tiempo?" dijo ella asombrada
"Señorita...¿no ha abierto las cortinas hoy, no es cierto?"
No, no las había abierto. Pero ese comentario la apresuró a apartarlas para ver el mismo panorama de los últimos días: lluvia, viento y en ocasiones hasta niebla. Su estupor no pudo ser mayor al encontrarse que la única agua que quedaba era la de los charcos, el sol reinaba aquella mañana.
"No puede ser..."
"Señorita, ¿se encuentra bien? se está poniendo blanca"
"Yo...yo...yo...es sólo que..." Es sólo que el buen tiempo significaba su partida, es sólo que una parte de ella quería quedarse y otra ansiaba volver a casa...es sólo que Tomas podría cambiar de parecer y pedirle matrimonio antes de que se fuera...
"No se preocupe por su padre" dijo Beatrice, acercándola a la cama "Matthew se lo lleva hoy de caza precisamente para intentar ampliar su estancia"
"¿Qué pasa si no lo consigue?"
"Que...que tendrá que irse, señorita"
Lizzie tragó saliva y, sin saber de donde sacó las fuerzas, se levantó y dijo:
"Si es mi último día, habrá que disfrutarlo" y con eso salió de su cuarto y se dirigió al salón donde la esperaba Sylvia.

Ir de compras con la señora Rencs fue una de las experiencias más divertidas que Lizzie había vivido. Desde luego ir de tienda en tienda y verse cubierta de regalos hizo desaparecer sus preocupaciones por completo. Además, la inmensa amabilidad de Sylvia no parecía tener fin. Fue una tarde de risas, cariño y confidencias.

"¿Puedo preguntarle algo, Sylvia?" dijo Lizzie en el camino de vuelta en coche.
"Por su puesto, cariño" dijo ella mientras le apartaba un mechón de pelo de la cara "Pero no me trates de usted, me hace sentir vieja"
"¿Te casaste por amor?"
"No...al menos al principio. Quiero decir que amo a Matthew con toda mi alma, pero, y que Los Cielos me perdonen, cuando me casé con él lo odiaba, y era un sentimiento mutuo. Nuestros padres nos habían
empujado a un matrimonio de conveniencia y él se llevó la peor parte, pues estaba enamorado de otra chica.
Estuvimos meses viviendo en la misma casa evitándonos...hasta que un día su amor, que siempre había sido precaria en cuanto a lo que salud se refiere, murió. Él estaba destrozado y no hacía más que beber y beber. Todos los criados se fueron, nos quedamos a solas él, sus borracheras y yo." Sylvia cogió una gran bocanada de aire, se notaba que había sido una época difícil "Yo sentí lástima por él, y lo saqué de ese pozo en el que se había hundido, así nació nuestro amor: con paciencia, cariño y tiempo"
"Me alegro de que ahora sean felices"
"Tú también lo serás Lizzie, ya lo verás" dijo ella, parecía que iba a añadir algo más cuando el coche se detuvo. "Hemos llegado" añadió sonriendo.

Pero al bajarse Lizzie descubrió lo diferentes que eran las cosas. Su padre, Matthew  y Tomas las esperaban al final de las escaleras, parecían mantener una acalorada discusión.
"Lizzie" dijo su padre "Nos vamos"
"¿Por qué?" fue lo único que puedo decir.
"¿QUIÉN CREES QUE ERES PARA CUESTIONARME?" dijo él.
"Yo lo...lo"
"Ni se te ocurra decir que lo sientes, Lizzie" dijo Matthew "Este hombre no merece tus lamentos"
"¿Qué ha sido del señor Parks? Pensaba que querías casar a tu patético hijo con ella"
"Un hombre que atormenta a su hija no merece mi respeto. Y sobretodo uno que lo hace porque no puede afrontar que él mató a su mujer"
"¿CÓMO HAS DICHO?"
"He dicho que he llamado al doctor Jackman, y me ha contado una curiosa historia sobre un hombre que se negó a contratar los servicios de un médico en el parto de su esposa, lo que condujo a la muerte de ésta."
"Padre...¿es eso cierto?" dijo ella, al borde de un ataque de nervios
"¡Por supuesto que no!, ahora sube al coche"
"No voy a ninguna parte"
"¿Reniegas del hombre que te ha criado y mantenido?"
"No, señor" intervino Matthew "creo que está renegando de un asesino"
"Vuelve a decir esa palabra y..."
"¿Y qué?, ¿añadirás agresión a los cargos?"
"¿Cargos?" preguntó Tomas
"Desde que supe lo que había hecho avisé a la policía. Resulta que es un homicidio en toda regla, pues el médico le había advertido que sin los cuidados adecuados el parto podría torcerse...es más, aún conserva la carta a la que le respondió este sinvergüenza cuando el doctor, temiendo por la vida de la madre de Lizzie, ofreció sus servicios gratuitamente. ¿Cómo era? Ah, sí, métase en sus asuntos, médico de pacotilla."
"¡No!" exclamó Sylvia.
"Sí, y lo peor de todo es el motivo. En el acuerdo matrimonial estaba escrita una cláusula en la que se estipulaba que los Parks sólo cobrarían la cuantiosa dote cuando ella muriera y sólo si dejaba, al menos, un heredero. De esta forma el abuelo de Lizzie intentó proteger a su hija y su fortuna, no pensó mal de éste truhán." dijo mirando directamente a los ojos al progenitor de Lizzie "la policía está al llegar, afrontarás tu las consecuencias de tus actos"
"¡Tú!" dijo Parks, cargado de rabia, mientras caminaba hacia Matthew "Tú, que me ofrecías un futuro de riquezas me has apuñalado por la espalda" apenas estaba a un paso de él cuando dijo "al menos yo tendré la decencia de hacerlo de frente"
Y sacando una navaja de su bolsillo, cumplió su sentencia, hundiéndolo en el estómago de su anfitrión. Nadie pudo reaccionar en ese momento, y para cuando lo hicieron Parks ya había huido, dejando al pobre Matthew en medio de un charco de sangre.

domingo, 6 de octubre de 2013

El portador de estrellas

Novena parte:
Tardó tres horas en llegar, los Rencs y Lizzie se encontraban reunidos en el salón cuando la carta notificando que Rose había sido encontrada fue entregada a Matthew. Junto con ella llegó otra, dirigida a "la futura Elizabeth Rencs", escrita por Edmund. A pesar de que todos se morían de curiosidad por averiguar su contenido, Lizzie decidió que ya había tenido suficientes emociones por esa tarde, y que lo más prudente sería abrirla en privado.
"Creo...que ha sido una jornada agotadora, y que todos deberíamos retirarnos a nuestras habitaciones" dijo el anfitrión. "Pero antes, Lizzie, me gustaría hablar contigo...a solas" Todos se retiraron, incluso los criados, a los que sólo les hizo falta una mirada para saber que podían recoger las tazas de té en cualquier otro momento.
"Lizzie, lamento mucho el comportamiento de Rose, espero que no pienses mal de los Dimmberg por este incidente" dijo, como tratando de buscar la palabra más suave para describir lo acontecido "Exigiré una disculpa formal por parte de Rose. Hasta que ésta se produzca, no mantendré ningún tipo de relación con la familia, ni siquiera comercial. Espero que veas que eso me costará dinero, pero creo que tu dignidad está por encima de cualquier precio...sin embargo, debo advertirte de una cosa. Puede que Tomas no quiera disgustarte de ningún modo y esa haya sido la razón por la que no lo ha mencionado, o quizá no entrevé las posibles intenciones de Edmund, pero yo sí lo hago, por eso me veo en la obligación de advertirte de que es muy retorcido y está acostumbrado a salirse con la suya. Tengo razones para pensar que su nueva fijación eres tú, así que yo tendría mucho cuidado, de todas formas sé que eres una chica lista y sabes quién te conviene"
Lizzie tragó saliva, aquello era una advertencia elegantemente adornada sabes quién te conviene, le estaba diciendo que no admitiría que ella le diera libertades a Edmund...como por ejemplo contestar a la carta que  ahora mismo reposaba entre el lazo y la tela de su vestido.
"Por supuesto que sé lo que me conviene, nunca despreciaría la tremenda amabilidad que ustedes han tenido conmigo. Si he soportado los comentarios de Edmund hoy se debe a que conozco la estrecha relación entre su familia y la de él, no quería causar ningún tipo de conflicto, tenga por seguro que no he tenido en cuenta, como tampoco los tendré en un futuro si continúan, ninguno de sus comentarios"
"Lo sé, Lizzie, sólo quiero protegerte"
"Y se lo agradezco Matthew"
"Retirémonos pues, es tarde"

Cuando Lizzie cerró la puerta de su habitación una voz la sobresaltó hablándole al oído.
"¿No sientes una tremenda curiosidad por esa carta?" le susurró Orión, Lizzie se dio la vuelta y le lanzó una mirada de odio.
"Buenas noches a ti también" dijo él como respuesta a dicha expresión.
"Buenas noches, y no, no siento ninguna curiosidad por lo que ese chico pueda decirme" dijo ella, apartándose de el y sentándose en la cama "Además, creo que lo más prudente sería alejarme de nuevos pretendientes mientras me hospedo en la casa del que, en teoría, será mi futuro marido, ¿no crees?"
"Oh..." dijo él, la miró con una expresión de tristeza tan intensa que hizo a Lizzie levantarse inmediatamente y acercarse a él, queriendo consolarla "¿quieres que me vaya?"
A Lizzie se le heló la sangre, de pronto entendió lo que había dicho, o más bien, lo que Orión podía haber entendido de sus palabras. No quería que se fuera pero, ¿acaso no le había dicho hacía un momento a Matthew que sabía con quién tenía que estar? Ella estaba vinculada a Tomas por contrato, como una mercancía que pasa de mercader a cliente. Era horrible, pero era su realidad, no era libre para amar, debía decirle a El Portador que se fuera antes de que ninguno de los dos se hiriera aún más. Abrió la boca, pero de ella no salieron las palabras...lo que si salieron fueron lágrimas de sus ojos...y un punzante dolor brotó de lo más profundo de su estómago.
"No" dijo, después de un rato, cuando supo que no podría decir otra cosa "No te vayas, no es justo para ninguno, pero quédate...aunque sea una noche más, no me dejes hoy, no me dejes dormir sola esta noche"
Orión cogió aire "Lizzie...no creo que lo más sensato en tu posición ahora mismo sea..."
"Sólo dormir" aclaró ella mientras hacia lo propio con sus ojos inundados "Anna solía quedarse conmigo las noches en las que tenía pesadillas...sé que hoy las tendré si no te quedas"
"Por supuesto, Lizzie" dijo él, sonriendo dulcemente "me quedaré contigo hasta que las luces del alba crucen el cielo...te daré cada segundo que pueda"
Y, después de que Lizzie se hubiera cambiado tras el biombo, ambos se acostaron acurrucados. La cabeza de Lizzie bajo el mentón de Orión, encajaban como un puzzle.
"¿Orión...?"
"¿Si, Liz?"
"¿Me despertarás antes de irte?"
"Será muy temprano, deberías dormir"
"Por favor..."
Silencio.
"Por favor" continuó ella "quisiera despedirme...prometo volver a dormir después"
"Está bien" cedió él "lo haré"
"Gracias"
Silencio.
"Orión...¿puedo preguntarte algo?"
"Claro, tenemos un trato, ¿recuerdas? Se supone que te lo tengo que contar todo mientras..." Él no terminó la frase, y ella tampoco tenía ganas de ponerle final.
"¿Alguna vez habías...compartido cama con alguien?" nada más decirlo, ella se dio cuenta del doble sentido que se podía encontrar en sus palabras.
"No...ésta es la primera"
"¿De verdad?" dijo ella asombrada "¿entonces nunca...?"
"¿Nunca qué, Liz?" dijo él, retándola a completar la frase.
"Ya sabes lo que quiero decir"
"No, no tengo ni idea" dijo él, con inocencia fingida.
"Olvídalo" dijo ella, disgustada.
"Oh vamos, sólo intentaba ver hasta qué punto eras una señorita" dijo él, al ver que ella no contestaba continuó "si tanto te interesa, no, nunca"
Ella se dio la vuelta "¿De verdad?"
"Sí"
"No me lo creo"
"¿Dudas de mi palabra, Liz?, ¿acaso debo dejar precipitarse las estrellas de nuevo?"
"No, es sólo que...tantos años y nunca..."
"Nunca había encontrado a nadie con quien me gustaría relacionarme de esa forma...hasta ahora" dijo, apretándola un poco más hacia sí. Ella se sonrojó "¿quisieras...conmigo?"
"Me gustaría, pero no sería prudente"
"Lo sé"
"¡Por una vez estamos de acuerdo! Empezaba a pensar que era imposible"
"Yo...yo también..." dijo ella apartando la mirada
"Vamos, Liz, no es para tanto, sé que no solemos estar de acuerdo pero era una broma eso de..."
"No me refería a eso" cortó ella
"Oh..." sus ojos se abrieron al máximo, la cogió por la barbilla y obligó a mirarla "Eso sólo me da una razón más para alejarme de ti
"
"¿POR QUÉ?" alzó la voz sin darse cuenta, el corazón le latía desbocado.
"Tranquila Lizzie" dijo él "es cierto que debería irme pero...no lo haré hasta que tú me lo pidas"
"¿Qué pasa si nunca te pido que lo hagas?"
"Tendrás que hacerlo, ni el mismo Tomas esperaría tanto"
Ella empezó a llorar. No quería, pero le fue imposible evitar que sus lágrimas rodaran por sus mejillas.
"¿Liz?, ¿qué pasa?" dijo él preocupado.
"¿Por que no puedo ser libre para casarme con quien quiera?, ¿Por qué deben elegir por mí?"
"Es injusto, pero es la realidad"
"No me gusta"
"Lo sé..."
"Quiero poder casarme con alguien a quien ame"
"Aprenderás a amar a Tomas"
"No puedo, mi corazón ya es tuyo" dijo ella, mirándole muy fijamente.
"Elizabeth..."
"Te amo" dijo ella "Es una locura, pero nunca he estado más segura de nada en mi vida"
"No te convengo, lo nuestro es...imposible" dijo él, y también había humedad en sus ojos
"Si de verdad creyeras eso no estarías aquí. Luchaste para que no le dijera que sí a Tomas, me ofreciste irme contigo en el jardín...aún sigues apostando por nosotros"
"No soy lo mejor para ti"
"¿Por qué todo el mundo elige por mí? quiero tomar mis propias decisiones"
"Puedes equivocarte"
"Serían mis errores, puedo vivir con eso"
"Conmigo sólo tendrías media vida"
"Es mejor que vivir una vida entera como presa del matrimonio"
"Lizzie..."
"Llévame contigo"
"No"
"Por favor...viajaremos con las estrellas"
"No quiero que vivas en la oscuridad de la noche"
"Es mi decisión, además...¿no me seguiste hasta la casa de los Rencs precisamente para convencerme de esto? Ya...¿ya no sientes lo mismo?"
"Mi amor por ti será eterno"
"Entonces vayámonos"
"Hoy no...prometo que si de aquí a un tiempo no cambias de parecer nos escaparemos, y Dioses, no hay nada que desee más que eso, lo prometo. Pero no quiero que te arrepientas."
"No lo haré"
"Entonces no tienes nada que perder por esperar un tiempo"


"Liz, despierta"
"¿Qué hora es? está oscuro" dijo ella, medio dormida aún. No sabía quién le había hablado.
"Sólo quedan un par de minutos para que comience el amanecer" dijo él, abrió los ojos y ahí estaba, a su lado...se había quedado toda la noche tal y como había prometido "Quería despedirme"
"Ojalá pudieras quedarte"
"Nada me gustaría más"
"Te veré esta noche"
"No lo dudes" dijo él, con una mirada intensa.
"Liz...yo...anoche no te lo dije pero...yo..." parecía perdido, estaba buscando las palabras adecuadas. Ella posó sus dedos en los labios de él.
"No hace falta que lo digas si no estás preparado"
"Te amo" dijo él en cuanto ella le permitió hablar "Es la primera vez que agradezco este castigo que se me ha impuesto, porque me ha permitido conocerte. Si sólo puedo pasarme una pequeña parte de mi existencia durmiendo a tu lado, para mí habrá merecido la pena todas las noches de vigilia"
Ella se quedó boquiabierta y él aprovechó para besarla. De pronto, Orión se quedó rígido.
"Debo irme" dijo él, dijo las palabras pero su mirada mostraba un conflicto interno.
"Debes irte" dijo ella. El alzó su mano hacia la cara de ella.
"Esta noche"
"Esta noche"

Minutos más tarde Lizzie se encontraba llorando contra la almohada. Había intentado esconder las lágrimas hasta que él se fuera, pero ahora no podía evitar añorarlo. Odio al Sol cada centímetro que su luz fue iluminando la habitación. Poco a poco empezaron a subir sonidos que indicaban que la actividad en la casa había comenzado. La chica sabía que apenas le quedaba una hora antes de que Beatrice tocara en su puerta. Se incorporó, cogiendo fuerzas para afrontar el día cuando se fijó en algo sobre la mesilla. La carta de Edmund Dimmberg.

viernes, 30 de agosto de 2013

El portador de estrellas

Octava parte:
A la mañana siguiente el mundo parecía mucho más brillante, como si el estado de ánimo de Lizzie se hubiera extrapolado al mundo.
"Buenos días, señorita Parks, ¿requerirá esta mañana mis servicios?" preguntó Beatrice
"Se lo agradecería mucho, ¿por casualidad está al tanto de la agenda programada para hoy por los Rencs?"
"Sí, señorita" y mientras sacaba un vestido lapislázuli con cintas moradas del armario y unos zapatos a juego "después de desayunar, usted y su padre están convocados a una jornada de juegos de mesa en el salón, aunque debería añadir que su progenitor ha sido cordialmente invitado a permanecer en su habitación todo el día" dijo ella
"Entiendo..." no era de extrañar que Matthew le hubiera pedido eso a su padre tras su comportamiento la noche anterior...anoche pensó Lizzie anoche todo cambió. Y mientras la doncella la ayudaba a vestirse ella rememoraba cómo la cena se había precipitado, su charla con Tomas, la promesa de Matthew de alejarla de las palabras de su padre, el beso de Orión...aún podía sentir el sabor de sus labios.
"Este vestido le sienta muy bien señorita, si se me permite"
"Oh, muchas gracias, Beatrice...la verdad es que no conozco su procedencia, no recuerdo haberlo heredado de mi madre, de echo, no recuerdo haberlo visto nunca"
"Es...un regalo de la señora de la casa, quiere que su estancia a partir de hoy sea lo más placentera posible"
"Ella...¿es una mujer muy buena, verdad?" fue más un pensamiento en voz alta que una pregunta.
"Lo es, antes servía en otra casa de la zona...apenas valíamos más que el ganado para nuestros dueños...Sylvia Rencs ha aportado dignidad a cada uno de sus empleados...somos una gran familia bajo un mismo techo" dijo ella, con cariño "la esperan señorita, espero que disfrute del Brummell"
"¿Brummell?, ¿no es un juego de al menos ocho jugadores?"
"Oh, se suponía que era una sorpresa, perdóneme señorita...los vecinos, la familia Dimmberg, se unirán a ustedes en ésta velada"

Una hora después aparecieron los Dimmberg, un grupo de seis miembros ataviados con abrigos, gorros, guantes, bufandas...y todo tipo de complementos que les permitiesen luchar contra el terrible tiempo que caía sobre Linmond, afortunadamente para Lizzie.
"¡Sarah! me alegro de que hayáis conseguido llegar hasta mi mansión" dijo Sylvia abrazando a su amiga "John, cada día pareces más joven" alagó mientras éste le besaba la mano "Y vuestros hijos, ¡como han crecido! Rose, Edmund, Richard, Daniel...estáis todos guapísimos"
"Es usted muy considerada, Sylvia" añadió Rose, con una más que exagerada reverencia "¿Dónde está Tomas?"
"Rose y sus prioridades, por supuesto" comentó el chico al que se habían referido como Edmund
"Edmund, no empieces, en esta casa somos invitados" le reprendió John Dimmberg
"Ella sabe que bromeo" dijo él a modo de disculpa
En ese momento el mismo Tomas entró en la habitación con Lizzie cogida del brazo.
"Tomas, me alegro tanto de..." empezó Rose, pero paró en seco al ver que no se encontraba solo.
"De que te encuentres en tan buena compañía" terminó Edmund "¿podemos conocer a la hermosa dama?"
"Mi nombre es Elizabeth Parks, estoy alojándome junto a mi padre en la casa de los Rencs durante...una temporada"
"El conde Parks, ¿no es cierto?" pregunto John "he...he oído hablar de él" por el tono de su voz dejaba claro que no se comentaban cosas buenas de su padre.
"Lo que la gente a menudo se olvida de comentar es la belleza de su hija" dijo Edmund
"Sí, esperamos que la belleza que es Lizzie sea nuestra hija muy pronto" comentó Matthew, como queriendo dejar claro que Elizabeth ya estaba siendo cortejada por su hijo y que los comentarios del mayor de los varones Dimmberg se estaba tomando demasiadas libertades.
"Pero no nos quedemos más en la entrada, pasen por favor" pidió Syvia

Y así se originó una de las veladas más extrañas a las que Lizzie había acudido. Con Sylvia presumiendo de ella con Sarah, Rose mirándola con una expresión de odio cuyo origen no tuvo tiempo de averiguar ya que mientras Tomas se esforzaba en darle conversación mientras Edmund no paraba de alabar una u otra cualidad que veía en ella, lo que provocó más de una reprimenda por parte de John, que estaba inmerso en una conversación sobre intercambios comerciales con Matthew todo esto mientras Richard y Daniel se reían a carcajada limpia y todos jugaban. Pasadas unas horas, el juego se disolvió, y se formaron tres pequeños grupos: Sarah, Sylvia, Matthew y John; Edmund, Richard, Daniel y Lizzie; y Rose, que se había llevado a un rincón apartado a Tomas.
"Tomas...¿en qué estás pensando?" inquirió Rose "te conozco desde pequeño y nunca has hecho una estupidez como ésta" su tono era bajo, pero no lo suficiente para que Lizzie no lo oyera.
"¿A qué te refieres, querida amiga?"
"A ella" dijo girando con poco disimulo la cabeza hacia Elizabeth "¿es que no sabes lo que se dice por ahí de su padre? Por Dios, si lo que querías era una distracción hermosa, podrías al menos haber escogido a una con mejor reputación"
"¿distracción hermosa?" dijo él ligeramente enfadado
"Sí, eso he dicho. No creo que seas lo suficientemente estúpido como para convertirla en tu esposa"
"¿Y por qué no? si es que puedo saberlo"
"Su padre está endeudado con cada bar de aquí a dos días de camino en cualquier dirección. Vendería la virginidad de su hija, si es que su honra continúa sin mácula, a cualquiera que pudiera costearle sus vicios"
"Espero que retires eso"
"Sólo digo la verdad, no quiero que caigas en desgracia, te mereces algo mejor, Tom"
Lizzie ardía de rabia, no soportaba esas acusaciones contra su padre, tanto como si fueran ciertas como si no. Pero ella no fue la única que escuchó tan graves insultos. Edmund la miró con atención un segundo antes de decir
"Preciosa, recuerda ésto en un futuro" y dicho ésto se acercó a su hermana. "Pérdonala, Tom, diría que está bebida y no sabe lo que dice, pero de lo único que está ebria ésta maleducada es de celos. Ya ves, cualquiera se sentiría mal tras haber rechazado nada más y nada menos que a dos pretendientes con la vaga esperanza de que algún día su amor platónico de toda la vida, Tomas Rencs, llamaría a su puerta y le pediría matrimonio. Y un buen día, recibe una invitación de los Rencs para toda su familia, se pone sus mejores galas y llega ilusionada a la entrada...para encontrar a su amor, de la mano de una chica más joven, guapa y de mejor posición...no puede aspirar a superarla, así que intenta destruirla"
El silencio de la habitación sólo fue roto por el repentino jadeo de Rose, que había roto a llorar.
"¿Cómo has podido?" fue lo único que dijo
"Alguien tenía que abrirte los ojos mientras aún eres lo suficientemente joven para tener pretendientes, querida" y tras esto, ella le dio un bofetón y salió de la casa, sin pararse a coger su abrigo si quiera.
Todos miraban a Edmund, y este sólo tenía ojos para Lizzie.
"Prepárate para la peor enemiga que puedas tener" le dijo él "afortunadamente tienes a un gran aliado a tu lado" dijo, besándole la mano, como si se estuvieran presentando de nuevo.


jueves, 29 de agosto de 2013

El portador de estrellas

Séptima parte:
Los ojos de Orión duplicaron su tamaño habitual, Lizzie no pudo menos que soltar una risita; el chico misterioso, seguro de sí mismo, que siempre parecía tenerla en sus redes, estaba mirándola totalmente atónito.
"Yo...Lizzie..."
"Por favor, cierra la boca, ya sabía que tus modales con las señoritas eran precarios, pero esto ya se pasa de lo tolerable" Dijo Lizzie, aprovechándose de su situación de ventaja. Realmente ella también estaba nerviosa, pero fingiría lo que hiciera falta sólo para poder disfrutar de la expresión del chico un instante más.
"No creo que sea una buena idea" dijo él, tras recomponer la compostura. Su rostro estaba serio cuando volvió a mirar a Lizzie a los ojos. Su determinación parecía tan fuerte que la chica sintió que se le encogía el corazón...tuvo que hacer un gigantesco esfuerzo para no llorar y aun así las lágrimas amenazaban con derramarse por sus húmedos ojos, nunca había experimentado tal dolor emocional, nunca había sido rechazada.
 "¿Por qué?" demandó ella, al borde de ahogarse por el nudo que crecía a medida que pasaban los segundos en su garganta. Por su cabeza pasaban las imágenes de las cientos de veces que jóvenes, y no tan jóvenes, habían intentado cortejarla...incluida la frase pronunciada en ésa misma habitación hacia unas horas...o un millón de años, estoy loco por ti.
"Porque ésta noche han cambiado demasiadas cosas...estas alterada y no sabes lo que dices" le aclaró él "si te besara ahora me odiarías mañana por aprovecharme de ti, y no podría soportarlo"
El oxígeno volvió a llenar los pulmones de Lizzie, Orión no se había cansado de ella, perdido el interés o dado por vencido debido a las declaraciones de Tomas. Simplemente no quería aprovecharse de ella.
"Has escogido un mal momento para ser caballeroso" dijo ella
"Alguna vez hay que empezar...creo que deberías descansar, las cosas mañana no serán fáciles, nos veremos a la noche si..."
"No me has dejado terminar" cortó ella "está muy bien eso de hacerse el caballero, pero debo recordarte algo" dijo ella, levantándose de la cama y aproximándose a él. Le daba igual si su camisón dejaba traslucir su cuerpo, es más, la idea de que él pudiera verlo...le gustaba. Era un pensamiento nuevo para ella, pero totalmente cierto. Él la miraba, esperando a que prosiguiera.
"¿Y bien?" dijo Orión, cuando su paciencia se hubo agotado.
"Cuando estuvimos solos en el jardín y dijiste que tenías que irte porque Tomas llegaba...yo te pedí que no lo hicieras"
Orión cogió una gran bocanada de aire antes de preguntar
"Lo sé...¿qué intentas decirme?"
"Que yo tampoco me he comportando como una señorita" dijo ella, apenas hubo terminado se puso de puntillas y rodeó el cuello del portador antes de besarle.
Al principio los labios de Orión permanecieron petrificados, pero ni todo el autocontrol ganado en su existencia podría haberle mantenido de esa manera más de unos segundos. Ambos se fundieron en un beso dulce, Lizzie no podía creer lo que sentía...¡cuántos años había tenido que esperar para esto!, entonces se dio cuenta de que probablemente su amante multiplicaría por mil esa demora, lo que le hizo querer darle más en compensación.
 El ritmo se aceleró, ambos jadeaban, las manos de Orión estaban tan fuertemente apretadas contra la parte trasera del camisón de la chica que ella pensó que lo iba a desagarrar, y no le importaba en absoluto. Lizzie movió una mano del cuello de él hacia su pecho y continuó bajando a sus caderas donde le apretó aún más contra ella. Orión gimió, pero no era en absoluto una queja.
Toc, toc
Ambos hicieron caso omiso del sonido, no parecía que hubiera forma de apagar su pasión.
"Lizzie, ¿puedo pasar?" dijo Tomas
Excepto que el otro pretendiente de Lizzie apareciera.
"Sé que es tarde, pero me gustaría hablar contigo sin mil ojos encima"
Lizzie y Orión se miraron contéstale artículo el chico.
"Tomas, es tarde, y...creo que he tenido demasiadas emociones por hoy" no pudo evitar una sonrisita al decir eso, la misma que se relejó en la cara del portador.
"Lo entiendo, pero...tenemos pendiente la respuesta a mi pregunta"
"Por todos los dioses, Lizzie" susurró Orión "o le echas ya o abro yo mismo la puerta y le digo que tienes compañía"
"Ni se te ocurra" le respondió ella en el mismo tono "Permíteme un momento Tomas, debo vestirme"
"Por supuesto" contestaró la voz al otro lado de la puerta
"¿Con que soy el único que puede ver ese bonito camisón?" dijo Orión, en un tono juguetón mientras alzaba una ceja.
"Tú, al balcón, YA" ordenó ella "y será mejor que nadie te vea ni te escuche" Una vez éste estuvo en su posición ella tomó una bata y abrió la puerta apenas unos centímetros.
"¿A qué te refieres, Tomas?" dijo ella, intentando no mirarle mal por su interrupción.
"Yo...entiendo que es tarde y que no es el momento de recordar... me refiero a que te pregunté si me permitirías...cortejarte" a medida que avanzaba su frase disminuía su volumen hasta casi lo inaudible.
"Tomas..." dijo ella sonrojándose "por...supuesto que sí...la idea del matrimonio ha sido precipitada para mí, quizá si pudiéramos conocernos más y dejar que pase un poco de tiempo la idea sea menos..." intentó buscar una palabra que reflejara lo que sentía sin herirle a él "aterradora"
"Lo entiendo y lo respeto" dijo él "así será, Lizzie. Me importas demasiado como para forzarte a un matrimonio que no te hará feliz" dijo él, acto seguido le dio un imprevisto beso en la mejilla "Buenas noches, Lizzie"
"Buenas noches...Tomas" dijo ella sobresaltada.
Cuando cerró la puerta le apreció estar introduciéndose en un mundo totalmente opuesto, un lugar irreal y mágico.
"Pues vaya, resulta que el chico tiene un poco de agallas" comentó Orión, refiriéndose al beso.
"No te metas con él" le dijo Lizzie.
"Está bien, está bien...por mí ese chiquillo puede darte todos los besitos que quiera, tú y yo sabemos quién te hace perder los modales" y le guiñó un ojo
"Eres un idiota"
"Puede ser...¿pero quieres saber una cosa?"
"Ilumíname" dijo ella, un poco cansada del exceso de ego de su acompañante.
"Soy tuyo, así que...soy tu idiota"

domingo, 16 de junio de 2013

El portador de estrellas

Sexta parte:
"En la época en la que mi padre andaba por este mundo los dioses tenían mucho más contacto con sus creaciones de las que tienen ahora. Claro que ahora casi ninguna civilización cree en ellos, en los auténticos dioses me refiero..." Orión se encontraba sentado en un sillón con la mirada perdida en el universo, físicamente estaba con Lizzie, pero su mente se hallaba en una época hacía mucho concluida. "Mi pueblo se encontraba bajo un volcán, era una tierra muy próspera y los ciudadanos eran bendecidos con buenas cosechas. Se decía que estábamos protegidos por la buena mano de Eugeona, la diosa de la naturaleza y la vida. Un día Eugeona bajo a visitar a su amado pueblo, y fue respetada y amada por todos los habitantes. Trena, la diosa de los volcanes y el fuego se sintió celosa por tanta atención, al fin y al cabo la tierra era tan fértil debido a su suelo volcánico, por lo como venganza, decidió arrasar mi pueblo" Orión trago saliva, Lizzie pensó pedirle que siguiera, pero justo cuando separó los labios, él continuó.
"La erupción fue terrible, en pocos segundos las casas más cercanas al cono estuvieron destruidas...Eugeona intentó detenerla, pero eso sólo aumentó la furia de Trena, que paró de atacar a mi gente y centró su poder destructivo en nuestra diosa. Los ciudadanos no sabían que hacer, veían como las diosas empleaban todo su poder y que cada golpe fallido caía a la tierra, causando una catástrofe. Pronto Trena comprendió que en igualdad de condiciones nunca ganaría, así que atrapó a un niño y amenazó a Eugeona con matarlo. Ella era la diosa de la vida, no tenía elección, se rindió y recibió un terrible ataque de poder de la diosa de fuego. Calló al suelo y cuando Trena se disponía a acabar con ella, un muchacho se interpuso entre ellas...mi...mi padre" dijo con una media sonrisa
"Fue muy valiente" dijo Lizzie, impresionada por la historia. De pronto Orión pareció recordar que se encontraba en la habitación de invitados de los Rencs.
"Fue muy estúpido" le dijo "Trena se rió de él, le dijo que para ella su vida no era nada, que si no se apartaba no dudaría en matarlo...él le dijo que si abandonaba a la diosa que tanto les había dado jamás podría vivir en paz consigo mismo"

"Pero, ¿no veis que yo os he dado el suelo fértil donde crece vuestro alimento?" dijo Trena
"Por supuesto...pero sin vida, no tendríamos alimento...ni siquiera existiríamos nosotros. Si matas a Eugeona no sólo acabarás con la prosperidad de este pueblo, acabarás con el mundo"
Y aunque Trena no era la diosa de la vida, sí la apreciaba. Siempre se había encargado que el suelo de esa región, al igual que muchas otras, tuviera los nutrientes necesarios...al fin y al cabo se había sentido celosa porque esa gente no había reconocido su amor.
"Mi diosa Trena...por supuesto que te amamos, pero nunca hemos podido acercarnos a la grandeza de tu obra para venerarte, el volcán es demasiado activo para nosotros, moriríamos en el intento"
Y Trena supo, mirando a los ojos de ese pequeño humano, que no le mentía. La amaba, al igual que a Eugeona, y su reacción había sido desmesurada.
"No puedo creerlo...por primera vez a sido un humano quien ha abierto los ojos a un dios" fue lo único que pudo decir "ahora...ahora me siento inútil...he destruido tanto...y ni siquiera soy capaz de repararlo"
"Puede que tú no" dijo Eugeona levantándose del suelo "y yo tardaría demasiado, pero juntas podremos devolver el esplendor a esta tierra...aunque jamás podremos reparar las vidas perdidas"

"Y así lo hicieron" dijo Orión "trabajaron juntas hasta que el Sol no fue más que una fina línea. Entonces, se acercaron a mi padre, y le dejaron una gota de su poder, que sólo podría ser utilizar una vez. Le advirtieron que era demasiado potente como para usarse a la ligera, pero que sabían que él era un hombre inteligente y que sabría aprovechar ese don. Y Eugeona volvió a los árboles, y Trena volvió a la lava...y todo quedo en silencio" Orión cruzó la habitación y se sentó en la cama junto a Lizzie mirándola profundamente a los ojos.
"Muchos fueron los que durante años le preguntaron a mi padre en qué usaría su poder. Al principio pensó en reservarlo para épocas de sequías o hambruna, pero nunca se produjeron. Debido a su inteligencia y a su bendición le nombraron jefe y contrajo matrimonio con una mujer de la tribu...lo intentaron durante años, pero no pudieron tener hijos, así que mi padre pensó que el regalo de las diosas había sido un presente para él, ya que gracias a la colaboración de éstas a la aldea no le faltaba de nada. Colocó la gota en la copa de su amada y dijo que su hijo sería el más poderoso del mundo...y nueve meses después yo nací, y esa noche por primera vez las nubes que cubrían el mundo se despejaron, dejando ver las estrellas por primera vez."
"No..." dijo Lizzie, pero la voz no le llegó a salir.
"Sí, el egoísmo de mi padre hizo que su deseo fuera concedido...pero de una forma que mi padre desconocía. Desde luego, no controlé las estrellas desde esa noche. Las diosas hablaron con mis padres, a partir de mi décimo séptimo cumpleaños el tiempo se congelaría para mí, y estaría condenado a viajar por el mundo cuidando de que las estrellas no se precipiten contra La Tierra"
"No es justo" dijo Lizzie "Te condenaron antes de nacer...no deberían haberte hecho eso, las diosas deberían haber..."
"Las diosas hicieron lo que mi padre les pidió, le dieron un hijo poderoso. La vida no es justa Liz, si lo fuera yo habría muerto hace eones y nunca habría contemplado tu belleza y eso es algo que bien vale millones de noches de guardia" dijo él, levantándose y abriendo las puertas del balcón.
"¿Orión?"
"¿Sí, Liz?"
"¿Te marchas?"
"Sí, creo que esta noche has tenido suficientede mí por hoy"
"¿Orión?"
"Sí, Liz?" dijo el algo más impaciente.
"Bésame"

sábado, 15 de junio de 2013

El portador de estrellas

Quinta parte:
El tiempo pareció congelarse, Lizzie podía sentir el pulso en sus oídos. "No, no, no"  fue lo único que pudo pensar. Si Tomas le pedía matrimonio, ella no podría negarse, aunque eso significara que su historia con Orión llegaría a su término muy pronto.
Tomas tomó una profunda respiración y la miró a los ojos con determinación, parecía como si toda su timidez se hubiera esfumado.
"He visto a muchos matrimonios concertados antes, muchos son felices, unos pocos no...pero lo cierto es que la mayoría tarda un tiempo en acostumbrarse a su pareja, ya que es una imposición estar con ella. No quiero que sea así para nosotros, no quiero ni siquiera plantear la posibilidad de que me odies por verte obligada a convivir conmigo. Quiero demostrarte quién soy, quién puedo llegar a ser, qué puedo darte, y por supuesto no estoy hablando de terrenos ni dinero...quiero ser el hombre de tu vida y sobretodo, quiero que tu desees que lo sea. Por eso debo preguntarte, ¿me dejarás saltarme las tradiciones y conquistarte antes de que tú y sólo tú seas la que decida cuándo casarte conmigo?"
Sólo se escuchaba el crepitar del fuego, la muchacha no sabía qué decir. Estaba claro que Tomas no era un chico del montón como ella siempre había supuesto. Quería amarla, y que ella le amase de igual modo; le daba igual hacer esperar a sus familias con tal de que Lizzie fuera feliz a su lado. Nadie, jamás, había tenido tal consideración con ella.
Pero antes de que si quiera pudiera expresarle todo el agradecimiento que sentía en su interior, la puerta se abrió de par en par y entraron en la habitación los Rencs.
"¡Tomas, has conseguido encontrar a Lizzie!" dijo Sylvia con gran alivio "temía que te helaras ahí fuera y enfermaras gravemente, gracias al cielo que ambos os encontráis bien"
"Elizabeth, sé que debéis estar aturdida, pero es crucial que hablemos cuanto antes" dijo Matthew
"Por favor padre, apenas se ha recuperado del susto, dejad que entre en calor al menos"
"Beatrice, trae unas mantas y prepara una infusión para la señorita" ordenó Matthew "Lizzie, creo que será mejor que te sientes"
Ella así lo hizo, en cuanto Beatrice salió de la habitación, su futuro suegro comenzó a hablar. Le explicó que su padre y él habían tenido una fuerte discusión y que él había amenazado con sacarla de la vivienda esa misma noche, fue ahí cuando Matthew, temiendo por el bienestar de la muchacha, había rogado a su padre que reconsiderara la idea de marcharse hasta por la mañana, ya que el intenso frío no permitiría avanzar a los caballos la suficiente distancia como para volver a su casa. Tras mucho discutir, su padre aceptó la oferta de permanecer en la casa hasta que el tiempo fuera favorable, no sin antes sacar algún provecho. El señor Rencs tuvo que acordar cederle una de sus propiedades al señor Parker cuando los hijos de ambos contrajeran matrimonio.
"No...no puedo creer que mi padre haya hecho eso"
"Lo sé, Lizzie. Pero haría cualquier cosa con tal de alejarte de sus palabras. Por ahora he comprado un par de noches...es la primera vez que deseo que el tiempo arrecie"
"Matthew, agradezco mucho sus esfuerzos, pero creo que ambos sabemos que tarde o temprano tendré que marcharme"
"Lo sé querida...pero espero que para entonces las cosas sean distintas" dijo, mirando a su hijo con una mirada más que significativa.
"Pienso que todos, especialmente Elizabeth, deberíamos dar la jornada por concluida" dijo Sylvia tras un silencio.
Y así lo hicieron. Cada uno subió las escaleras pensando en sus propios asuntos: Sylvia preocupada por el impacto que la velada hubiera tenido en Lizzie, Matthew en las distintas maneras de convencer al señor Parks de que debía quedarse...y cuánto le costaría, Tomas en que Lizzie no había podido responder su proposición y ésta última se preguntaba si algo de lo acontecido en la última semana era real.
Esta vez Elizabeth no rechazó la ayuda de Beatrice, ella le ayudó con el vestido, le hizo una trenza y se abstuvo de hacer comentarios cuando no pudo devolver el broche a su caja. Justo cuando Lizzie se había tumbado en la cama y cerraba los ojos se escuchó una voz.
"Nací en el Norte de Europa hace millones de años, sólo que por aquel entonces no se conocía como Europa, claro."

martes, 9 de abril de 2013

El portador de estrellas.

Cuarta parte:

Lizzie sentía el corazón en la garganta, no podía hablar ni mucho menos moverse. Nunca nadie había sido tan directo con ella, no es que fuera la primera vez que un chico había tratado de cortejarla, pero normalmente los nobles de los círculos donde se movía solían escribir poemas, dedicar canciones...donde no  se utilizaba siquiera su nombre, sino el de una princesa idílica que, "casualmente", poseía todas las cualidades  físicas de ella. Nunca les había hecho caso, siempre pensó que el hombre que la amara debería ser sincero y directo...y allí estaba Orión, confesándole sus sentimientos con apenas unas palabras.
"Liz, me estás preocupando, lo único que haces es mirarme con unos ojos anormalmente grandes y la boca tan abierta como un pez fuera del agua en busca de aire...¿Liz?"
"Yo...yo...yo..."
Toc, toc
"Señorita Parks, ruego me perdone, sé que pidió expresamente no tener criada pero me envía su padre con un regalo, ¿me permite pasar?"
Fue apenas un segundo, Lizzie miró a la puerta, había escuchado la frase pero su cerebro no había sido capaz de procesarla aún. Cuando volvió la vista hacia donde su acompañante había estado sólo un instante antes, encontró que no quedaba de su paso por la habitación más que la ventana del balcón abierta.
"¿Señorita Parks, puede oírme?"
"Sí, adelante, por favor"
Beatrice, la mujer que Sylvia le había ofrecido para que estuviera a su servicio, entró en la habitación con una cajita que Elizabeth había visto muchas veces en el tocador de su madre, y que siempre le había estado prohibida tocar. La sirvienta la abrió y Lizzie pudo admirar la colección de joyas más impresionante que nunca había contemplado.
"Su padre me ha encargado que la peine y le coloque este broche" dijo mostrándole el que sin duda era el ejemplar más magnífico de la colección.
"¿Está segura? Él nunca me ha permitido..."
"No, nunca te he dejado usarlas" dijo su progenitor desde la puerta "Tu madre, cuando aún estaba embarazada de ti, me hizo prometerle que si su bebé era una niña le daría todas estas joyas cuando su futuro marido la pidiera en matrimonio...parecía como si ya conociera su destino..." su mirada se perdió apenas unos segundos en el infinito.
"Padre...yo..." empezó Elizabeth, pero ¿cómo iba a terminar la frase? ¿siento haber nacido?
"Tranquila, Lizzie. Por supuesto no sabemos con certeza si serás preguntada hoy, pero a tu madre le hubiera gustado que la llevases...y para mi será un placer que la lleves"
"Gra...gracias" dijo Lizzie...era la primera vez que su padre le decía algo así.
"Apresúrate, ya hiciste esperar a los Rencs esta mañana"

Un cuarto de hora más tarde Lizzie bajaba las escaleras, al menos eso era lo que su cuerpo hacía...su mente estaba a miles de kilómetros, sopesando si merecía la pena el trato propuesto por Orión. Al fin y al cabo yo tampoco quiero casarme con Tomas...pero nunca había pensado en retrasarlo intencionadamente...ya sé que mi padre no se pondrá de mi lado, quizá sea hora de actuar por mí misma...y así conocería la historia del portador.
"La señorita Elizabeth Parks" anunció uno de los criados cuando Lizzie hacía su entrada en la habitación. Todos se levantaron rápidamente de sus asientos, para sorpresa de la muchacha por primera vez Tomas la miraba a la cara.
"Elizabeth está usted increíble" la frase salió disparada de los labios del único hijo de los Rencs antes de que pudiese pensarla. Todos le miraron con estupor, pero él sólo tenía ojos para Lizzie.
"Gracias señorito Tomas, me alegro que el vestido que he heredado de mi madre le parezca hermoso"
"No es sólo el vestido, Elizabeth" intervino Sylvia para que su hijo tuviera tiempo de serenarse "de verdad que te envidio en estos momentos, eres una joven muy hermosa"
"¿Qué esperabas? Aún recuerdo a su madre el día que se presentó en sociedad...sin duda una jovencita encantadora, pero siento decir que su hija la supera"
"Por favor, van a hacer que me sonroje" dijo Lizzie, no porque no quisiera más halagos sino por la cara que había puesto su padre ante el último comentario.
"Será mejor que pasemos al comedor" dijo Sylvia "O se nos enfriará la comida"

'Te dije que tu color era el dorado'

Fue apenas un segundo, pero ella juraría que había escuchado la voz de Orión en su cabeza. De todas formas, no tenía demasiado tiempo para pensar en ello, iba a sentarse al lado de Tomas y debía desviar la conversación de cualquier tema relacionado con el matrimonio.
La cena iba avanzando, Matthew y el propio padre de Elizabeth estaban inmersos en una conversación de negocios mientras ella intentaba introducir a Sylvia en cualquier tema de conversación que se planteara entre Tomas y ella.
"¿Puedo hacerle una pregunta, Elizabeth?"
"Por supuesto" dijo ella, no le había dado permiso para que la tratase de tú aún.
"Sé que perdió a su madre al nacer...yo mismo perdí a mi único hermano a una edad temprana...conozco de primera mano el dolor que es perder a alguien cercano, pero me preguntaba, si se me permite, ¿la echa usted de menos? Quiero decir, al no conocerla..." Hubo un silencio sepulcral, todos habían oído la pregunta.
"Per...perdone señorita Parks...no sé por qué se lo he preguntado yo..."
"No, no la echo de menos. Quiero decir, me habría encantado conocerla...y por lo que me ha contado mi padre era una mujer digna de admirar...pero mi verdadera figura materna ha sido Anna, mi criada, ella ha ejercido ese papel desde el horrible día en el que le arrebaté la vida a mi madre" dijo esa última frase usando las palabras de su padre.
"¡Lizzie!" dijo Sylvia con horror
"¿He sido descortés hacia usted de alguna forma, Sylvia?"
"No, no, no, por supuesto que no...lo que quiero decir es...no fue culpa tuya corazón, tú no mataste a tu madre...tan sólo fue un terrible accidente"
"Cierto Elizabeth...pasa todos los días, las mujeres embarazadas saben que corren cierto riesgo al quedarse en estado"
Aquello era nuevo y chocante para Lizzie...en su casa siempre se había relacionado su nacimiento con la muerte de su madre...indirectamente siempre se la había culpado...al menos eso había hecho su padre. Ella lo había asumido y a modo de compensación había intentado ser la mejor hija posible, pero siempre había quedado marcada por ese echo. ¿Era justo que estas personas la tuvieran en tan alta estima cuando ella misma no se apreciaba?
"Yo...yo... discúlpenme" dijo Lizzie, levantándose de la mesa. Cuando salió de la habitación aún se controlaba, pero en cuanto cerró la puerta empezó a correr...y aún más rápido a caer las lágrimas por sus mejillas. Escuchó el grito de su padre llamándola, el lamento de Sylvia, la orden de Matthew de que alguien fuera a buscarla y a Tomas...persiguiéndola. Apenas veía ya cuando cayó en algún lugar del inmenso jardín de los Rencs, hacía un frió terrible que se clavaba como agujas en sus hombros descubiertos, salía vaho de su boca con cada apresurada respiración. Un terrible lamento surgió de lo más profundo de su pecho mientras se arrancaba el broche del pelo, no merecía llevar las joyas de su víctima. Alguien atrapo su cara y alzó su cabeza.
"¿Liz?" ella no respondió, no le veía...sólo veía las millones de veces que su padre le había recriminado matar a su madre "Liz, tenemos poco tiempo, Tomas estará aquí en cualquier momento, si quieres que te esconda de él dímelo...si no te dejaré para que te encuentre, pero estaré cerca." Ella le miró, el chico misterioso, aquel con la mirada de un azul más profundo que el universo...
"La maté, ¿soy un monstruo, verdad?" fue lo único que pudo decir.
"No, Liz, su muerte fue un accidente...tu padre te ha culpado todos estos años porque no quiere admitir que si no hubiera sido por él tu madre seguiría viva"
"¿Qué?, ¿Cómo...?"
"Shhhh" dijo posando un dedo en sus labios "Te lo explicaré todo, lo prometo...Tomas se acerca, debo irme"
"No" dijo ella "Quédate..." era un deseo irracional pero, ¿tenía algo de sentido esa noche?
"Estaré cerca, vigilándote" Y con esto desapareció en las sombras

"¡ELIZABETH!" dijo Tomas, que se acercaba a ella corriendo "menos mal que os encuentro...en casa se ha montado un espectáculo. No me he enterado de mucho pero lo último que oí fue a vuestro padre defendiendo lo que habéis dicho...y ahí a sido cuando mi madre se ha dado cuenta de que él ha sido el que os ha inculcado ese terrible pensamiento. No sé si es buena idea volver ahora mismo, aunque todos están muy preocupados por vos" dijo, poniéndole su chaqueta.
"Gra...Gra...cias" dijo ella, le castañeaban los dientes de frío.
"Por Dios Elizabeth, será mejor que te lleve dentro, da igual el huracán que se está desatando dentro...cuando pienso en lo que te ha estado diciendo tu padre todos estos años..."
"Él...él sólo decía lo que creía"
"No le defiendas Lizzie, apuesto a que te ha hecho sentir como un monstruo"
"¿Có...cómo lo sabes?" preguntó ella, era exactamente la misma palabra que había usado ella.
"Porque cuando mi hermano William murió mi tío me culpó a mi...porque si yo hubiera asegurado la silla del caballo el no hubiera caído y..." trago saliva "Cuando mi padre se enteró, le echó de casa y no permitió que se acercara a mí nunca más. Fueron apenas unos meses pero me destrozó totalmente, no debo de imaginar cómo os sentís vos"
Lizzie se sintió tremendamente reconfortada. Allí estaba Tomas, el chico al que siempre había creído estúpido y tímido hablándole desde el corazón, llevándola a su casa después de haberla perseguido con unas temperaturas heladoras y prestándole su chaqueta para que dejara de temblar.
"Lo siento" dijo ella
"Elizabeth, no debe disculparse por nada de lo que ha pasado esta noche"
"No por eso...todos estos años en fiestas, actos sociales...te había juzgado mal, pensaba que eras alguien abstraído, alguien a quien no merecía la pena conocer...pero aquí estás, demostrándome lo contrario cada segundo que pasa"
"Lizzie..."dijo él usando por primera vez la abreviación de su nombre "No me extraña que pensaras eso de mí...cada vez que te veía cerca no era dueño de mí mismo, no podía concentrarme y nunca tuve el valor para acercarme y hablar contigo. Cuando mi padre me dijo que era hora de ir pensando en el matrimonio le dije que sólo había una chica con la que me gustaría casarme, cuando supo que eras tú me deseó suerte, porque sin duda tú podías escoger a quien quisieras con esa belleza. Pero estoy decidido Lizzie, no me importa que la situación de tu padre no sea la mejor, me dan igual los títulos porque yo ya tengo demasiados...lo único que quiero es tu aprobación" dijo llegando por fin al edificio, a una habitación donde la chimenea estaba encendida y el ambiente era cálido.
"Por eso...aunque no es el mejor de los momentos...quiero hacerte una pregunta"


domingo, 31 de marzo de 2013

El portador de estrellas

Tercera parte
La puerta se abrió poco después de la llegada de los Parks a la casa de Linmond de los Rencs. Los anfitriones se encontraban en lo alto de las imponentes escaleras de mármol. Tras ellos se alzaba la impresionante mansión donde los invitados pasarían en fin de semana. El progenitor de Elizabeth miraba toco aquel esplendor maravillado, no fue consciente de que su hija tenía la mirada perdida y temblaba como una hoja en pleno huracán.
Fue él el primero en bajar del coche, inmediatamente tendió la mano a Lizzie, pero ella era incapaz de reaccionar, pasó un minuto entero antes de que ella oyera la voz de su padre que la llamaba.
"Lizzie, cariño, ¿te encuentras bien?" dijo él con una voz dulce que escondía casi a la perfección un ligero tono de amenaza.
"...Sí...eso creo..." dijo, agarrando con su mano helada la que le estaba tendiendo su padre.
"Elizabeth, quiero que me escuches ahora" dijo su padre, entre dientes que fingían una gran sonrisa a los Rencs "no sé qué te pasa ni por qué estás tan pálida pero ahora debes comportarte y sonreír, no me decepciones"
"Sí, padre"

Y así, expresando una alegría exterior que realmente no sentía, subió la maravillosa y bella Elizabeth Parks la escalera, agarrada fuertemente al brazo de su acompañante. Llegaron por fin frente a frente con sus anfitriones y, tras las protocolarias muestras de respeto, Mathew se dirigió a ella.

"Bueno señorita Parks, espero que esa demora de salir fuera para causar aún más expectación y no por miedo a nosotros" dicho esto la deslumbro con una cálida sonrisa, que la devolvió de nuevo a la Tierra.
"Oh, por favor, llámeme Elizabeth, o Lizzie, así es como me conocen mis amistades más cercanas. Y en cuanto a lo del coche, lamento decir que me quedé dormida con los ojos abiertos, anoche era tanta las ganas de venir aquí y conocerles que apenas dormí, ruego me perdone"
"¿Perdonarte? Tranquila Lizzie, nosotros apenas hemos conseguido caer en los brazos de Morfeo esta noche tampoco. En esta casa no se habla de otra cosa que de tu llegada desde hace semanas, se ha planeado cada detalle, esperamos que todo esté a tu gusto."
"Oh, por favor, no pensé que mi visita precisaría de tanta atención, no era necesario"
"Por supuesto que sí" intervino Sylvia "vas a ser nuestra futura hija, no podemos hacer menos que recibirte como es debido, como si fueras una princesa"
Lizzie tembló ligeramente ante la palabra hija, aquella frase era la evidencia de que ambas familias habían planeado su enlace desde hacía meses y que ambas habían tenido tiempo más que suficiente para hacerse a la idea. ¿Estaría Tomas tan convencido como su madre?
"Y por supuesto ya conoces a nuestro hijo" continuó la señora Rencs "Venga Tomas, no te hemos educado para esconderte de las señoritas"
"Espero que el viaje...fuera de su agrado señori...quiero decir Elizabeth" dijo Tomas, mirándole el cuello en lugar de la cara.
"Tampoco le hemos enseñado a hablar con señoritas tan guapas, me temo" bromeó el señor Rencs, "pero pasemos, es tarde y empieza a anochecer. Charles, Robin, acompañen a nuestros invitados a sus habitaciones para que puedan asearse y cambiarse para la cena"

Habrían pasado dos horas cuando Lizzie terminó de arreglarse. Había preferido declinar el ofrecimiento de los Rencs de tener una criada de la casa a su servicio, estaba tratando de prolongar lo máximo posible el tiempo en el que sería su cuarto durante los dos próximos días antes de bajar de nuevo al comedor y tener que fingir sonrisas y tratar de tener una conversación con Tomas.

"Definitivamente el dorado es tu color"
Lizzie se volvió asustada, estaba sola en aquel cuarto, o eso era lo que ella creía.
"Bueno, ¿te vas a quedar mirando a todos lados o vas a tener la bondad de abrirme la puerta del balcón?"
Entonces fue cuando se dio cuenta que él estaba ahí, el chico tan misterioso del puerto...el portador de estrellas.
Durante un segundo se quedó parada, pero al siguiente ya estaba corriendo al pomo de la cristalera
"¿Qué haces aquí?, ¿cómo me has encontrado?, ¿por qué me persigues?, ¿es cierto lo que pasó el otro día en el puerto?, ¿qué hiciste conmigo después de desmayarme?" las preguntas salían de la boca de Lizzie como un torbellino.
"Eh, eh, eh, tranquila...yo también me alegro de verte de nuevo Elizabeth. Es un placer sentir los buenos modales de las chicas bien educadas" dijo el mientras pasaba y cerraba la puerta "En cuanto a tus preguntas, lo que estoy haciendo es contemplarte a ti y los acontecimientos de esta noche que seguro serán memorables, saltémonos por un momento la de cómo te he encontrado. Te persigo porque te encuentro fascinante y porque..." calló un segundo "en cuanto a lo que pasó el otro día en el puerto, todo depende de lo que recuerdes y después de desmayarte te llevé a casa, sin paradas"
"¿Quién...qué eres?"
"Ya lo sabes, el portador de estrellas"
"Sí pero...quiero saberlo todo...¿cómo una persona, suponiendo que lo seas, puede controlar las estrellas?"
"jajaja, suponiendo que lo seas muy bueno Liz. Te lo contaré todo con una condición"
"¿Liz? mi nombre es Elizabeth Parks"
"Ya, pero es que todo el mundo te llama señorita Elizabeth, Elizabeth o Lizzie...y como yo soy distinto al resto quiero llamarte de forma distinta...de todas formas ¿de verdad te ofrezco el secreto de mi pasado a cambio de una condición y me preguntas por qué abrevio tu nombre? Increíble"
"Esta bien, llámame Liz si te place, pero debes decirme tu nombre"
"Mi nombre se borró de mi memoria hace mucho, pero puedes escoger para mí el nombre que desees"
"Está bien...mmm...te llamaré Orión"
"¿Orión?, ¿como la constelación?"
"¿No es apropiado?" preguntó ella
"Mucho" concedió él
"¿Cuál es tu condición?"
"Te iré contando la historia de mi vida siempre que no te cases con Tomas Rencs, mientras más tiempo consigas esquivar el matrimonio, más sabrás de mí"
"¿Por qué te interesa que no me case con Tomas?"
"¿No es obvio? porque estoy loco por ti"

viernes, 8 de marzo de 2013

El portador de estrellas

Segunda parte:
Lizzie se despertó muy temprano, no le hizo falta abrir los ojos para saber que no era su hora habitual. Fue apenas consciente de que Anna la llevaba al baño, donde la lavó y maquilló sin despegar los labios. Durante todo ese tiempo Lizzie estuvo ensimismada en sus recuerdos de la noche anterior: la conversación con su padre, el golpe en su mejilla (que su sirvienta había conseguido disimular bastante bien), las lágrimas, su desesperada huida, la charla con aquel chico misterioso..."el portador de estrellas" se había autodenominado a sí mismo. Recordaba los últimos momentos de su conversación vagamente, como si de un sueño se tratase.
"Y quizá así fue" se dijo a sí misma. Sin embargo hizo un esfuerzo por rememorar los acontecimientos de la noche anterior. Recordaba el puerto, las burlas del chico sobre su posible trabajo como meretriz del puerto, recordaba su relato sobre Tomas y su padre...un pequeño escalofrío recorrió su espina dorsal de abajo arriba.
"¿Se encuentra bien, señorita?" preguntó Anna.
"¿No te parece un poco hipócrita preguntarme eso después de haberme recogido ayer del suelo y haber maquillado hoy mi cara hinchada?" soltó ella, normalmente habría usado un tono amable con Anna, al fin y al cabo ella había hecho el papel de madre toda su vida.
"Lizzie..." el cepillo paró en seco sobre su pelo.
"Mi nombre es Elizabeth Parks, ¿o deberías llamarme señora Rencs ya? Al fin y al cabo no tengo elección"
Anna no habló, pasó un largo minuto de silencio antes de que Lizzie sintiera una gota cayendo sobre su cabello. Cuando alzó la mirada vio que el rostro de su acompañante estaba totalmente empañado por lágrimas que caían por su rostro como un torrente.
"Anna...yo..." Ni siquiera encontraba las palabras para expresar lo que sentía en aquel momento, se había desahogado con ella, pero había hecho daño a la que era su sirvienta, su madre...y su amiga.
"No se preocupe por mí, señorita Parks, espero que disculpe que no use el apellido Rencs hasta que no esté casada...quiero decir, si es que acepta a Tomas, la ayudaré a vestirse y la dejaré tranquila. A las once vendrá Hugo a buscarla y la ayudará a subir al coche"
"¿Dónde voy?" dijo ella, temiendo que su padre hubiera decidido tras su discusión de ayer llevarla a un internado.
"Ha sido invitada a pasar una velada en la mansión de Linmond de los Rencs, está sólo a una hora de aquí...es mucho más práctico que volver a Rocksfile"
"¿Cuál es el motivo de la velada?"
"Su padre no ha tenido la bondad de comunicármelo señorita, pero supongo que será entonces cuando se produzca"
"¿Cuando se produzca?"
"La pedida de mano.Tomas aún tiene que preguntaros"


El estómago de Lizzie estaba lleno de mariposas mientras subía al coche. Anna la había asustado de verdad, iba a ir a casa de los Rencs, hablar con la encantadora Sylvia Rencs, adorar la impresionante biblioteca de Mathew...y aceptar una condena de por vida atada a Tomas...que no sabría diferenciar un libro de un perro.

"Elizabeth" captó su atención su padre "Imagino que Anna te ha comunicado que hoy es un día importante...conocerás a tus futuros suegros, y puede que Tomas se decida a dar el paso. Espero que no me decepciones con tu respuesta"
"¿Puede que Tomas se decida?...¿es que no es algo definitivo?"
"Por supuesto que sí, Lizzie...sólo que el señorito Rencs es algo...tímido, diría yo"

Lizzie pensó sobre eso un segundo...seguramente Tomas estaba siendo presionado por sus padres para contraer este matrimonio, si no se lo pedía hoy, significaría que él era enormemente tímido, lo que le daría cierta ventaja a la hora de convencer a su padre de que eso era un error. Con esa nueva perspectiva una sonrisa se le dibujó en la cara. Esta noche saldría de dudas y...
"NOCHE" pensó Lizzie, y en un flashback todos los recuerdos de la noche pasada le llegaron de golpe.
"¿El portador de estrelllas?" había preguntado ella
"Sí, hace millones de años fui condenado a colocar todas y cada una de las estrellas del cielo, y a vigilarlas de tal forma que ninguna se precipitase sobre la Tierra" 
"Vale, está claro que estás loco...primero te inventas lo de mi padre y ahora esto"
"¿Crees que te miento?, ¿qué sentido tendría?..."
"No lo sé...¿diversión?, ¿disfrutas riéndote de mí?"
"No señorita Elizabeth, disfruto de muchas cosas de usted, en especial de su visión en ese casi trasparente camisón en esta noche, pero no disfrutaría riéndome de usted...apenas. Dime, ¿has visto alguna vez una estrella fugaz?"
Lizzie se había intentado cubrir tras esa frase, sin embargo respondió, intrigada por su pregunta "Claro, como todo el mundo"
"Pues cada estrella fugaz es un astro perdido...uno que, debido generalmente a un despiste, escapa a mi control...sólo pierdo el control con las cosas bellas, Elizabeth, y tú eres lo más bello que he visto jamás"
Y en el momento que él la miró miles de estrellas fugaces cruzaron el cielo. Lizzie las miró maravillada y horrorizada al mismo tiempo, aquello sólo podía significar que...
"Eres el portador de estrellas" Dijo Lizzie. Lo siguiente que sintió fueron unos brazos soportando su caída ante su desmayo...y haber sido despertada por Anna a la mañana siguiente en su cuarto.

martes, 19 de febrero de 2013

El portador de estrellas

Primera Parte:
El sol hacía tiempo que había empezado a declinar por el horizonte, apenas sus últimos rayos luchaban ya contra la inevitable noche, que amenazaba con alzarse sin luna aquel día de invierno. Elizabeth, o Lizzie como sus conocidos la llamaban, Parks se encontraba sentada en el salón de la casa a la que se habían trasladado al empezar el invierno huyendo del frío de su ciudad natal. Era una joven particularmente bella, no  poseía esa belleza que salta a la vista y llama tanto la atención, pero sí tenía esa chispa de hermosura que atrapa, ya que nadie sabe exactamente de donde proviene, pero no les importaría pasarse la vida averiguándolo, ya que este tipo de atractivo, al contrario que el primero, perdura para siempre. Su padre, un conde empobrecido que siempre había intentado vivir por encima de sus posibilidades, la había llamado a reunirse con él esa tarde, algo no del todo inusual ya que Lizzie era una gran conversadora.

Las siete en punto tocaba el reloj de cuco de la esquina cuando su padre hizo su aparición, Lizzie dejó el libro que hasta entonces había captado su total atención a un lado, la prosa de Jane Austin no era motivo para no mirar a su progenitor. Él la miró, empezando por sus delicados zapatos blancos con un pequeño lazo verde y siguiendo su camino hacia arriba por su impresionante vestido, herencia de su madre, rosa con tiras también esmeraldas para acabar en sus ojos castaños, profundos y cálidos.

"Mi querida Lizzie" comenzó "sabes lo mucho que te quiero y todo lo que hago por ti y que mi deber como padre es procurarte lo mejor, ¿no es cierto?"
"Sí, padre" contesto algo sorprendida por ese comienzo Elizabeth "nunca he dudado de su gran bondad hacia mí"
"Lo sé cariño, eres un ejemplo de hija ideal: eres obediente, inteligente, educada, si tan sólo..."
"si tan sólo no hubieras acabado con la vida de tu madre al nacer serías perfecta" completó Lizzie en su cabeza. Nunca se atrevería a decirlo en voz alta, pero sabía que su padre, a pesar de amarla con locura, aún la culpaba por aquel fatídico incidente.
"Pero bueno, para lo que te he llamado hoy aquí es para decirte que igual de buena hija que eres hoy espero que seas buena esposa"
Aquello sí que la dejó con la boca abierta, su padre nunca le había hablado de matrimonio hasta ahora, de echo, había intentado retrasar su puesta en sociedad cuando tenía doce años.
"Yo también confío en que algún día lo seré" fue todo lo que pudo decir ella.
"Oh, querida mía, estoy hablando de un futuro inmediato. Tomas Rencs, el hijo del marqués Matthew Rencs, me ha pedido tu mano esta misma mañana"
"Pe...pe...pero padre" consiguió arrancar Lizzie, su cabeza estaba hecha un caos en aquel instante "Tomas vive en Rocksfile, eso está a más de 6 días de camino"
"Prueba más que suficiente de su amor por ti, ¿no crees? se presentó aquí temprano, mientras tú paseabas por la playa, lo hizo apropósito ya que no quería que lo vieras por aquí y empezases a sospechar algo"
"¿Sospechar algo?¿Cómo iba a sospechar nada cuando Tomas nunca ha manifestado interés alguno por mí?" soltó ella sin pensar.
"Calma, Lizzie, ya sabes que los Rencs son gente reservada, nunca muestran sus verdaderas intenciones hasta saber que conseguirán sus objetivos"
"Bueno, con usted está claro que ha acertado el momento, pero yo aún no he decidido aceptarle, padre"
"¿CÓMO HAS DICHO?" Bramó el señor Parks "¿Rechazar a un marqués de su calibre?¡Niñata desagradecida! No sabes lo que he tenido que hacer durante todos estos años para que el paleto de Tomas se fijara en ti. Tú, que no eres más que una chiquilla pobre, que sabe más de los libros que de la vida, y que encima no posee belleza, no eres ni la sombra de tu madre"
Elizabeth se quedó paralizada, nunca su padre le había chillado de esa manera "perdóneme padre..."
"Tranquila hija, sé que recapacitarás y..."
"Perdóneme padre, pero no tengo intención de casarme con Tomas Rencs" interrumpió Lizzie. Después de eso todo pasó muy rápido: la mirada furibunda de su padre, la mano alzada que pronto se estrelló contra su cara, su delgado cuerpo cayendo por el suelo, los gritos de su progenitor, que en un principio se dirigían a ella y más tarde alertaban al servicio. Anna entró en la habitación, seguida por Hugo, ambos se la llevaron al salón donde su padre había ordenado curarle las heridas y maquillarla para que nadie, especialmente Tomas si decidía aparecer por allí, pudiese ver los resultados de la animada charla de aquella tarde.

Cuando por fin la dejaron en su habitación sola, empezó a llorar, le llevó una hora serenarse. Cuando por fin comprendió que las lágrimas no la sacarían de su situación, decidió huir. Se vistió con dificultad (ya que esa tarea solía llevarla a cabo Anna) y descendió con mucho cuidado por las enredaderas que llegaban hasta la ventana del que era su cuarto en Portblade. Salió corriendo sin rumbo fijo, no tenía muy claro a dónde ir, a penas conocía un par de caminos en aquel lugar, y todos llevaban a la playa, por lo que se vio obligada a ir allí. El frío era casi palpable, apenas se había puesto una bata encima del camisón y su calor corporal descendía preocupantemente. La luna nueva hacía que la noche fuera particularmente oscura, cuando llegó al muro que delimitaba la zona habitada de las casas se quedó quieta, contemplando la fuerza con la que un mar de tinta golpeaba la arena.

"Buenas noches señorita, ¿se encuentra usted bien?" una voz la sobresalto de sus pensamientos, el mar la había cautivado de tal forma que no se había percatado de la presencia de alguien a su derecha. "Siento haberla asustado, ¿señorita...?"
"Parks, Elizabeth Parks" dijo ella, su padre le había dicho que no hablara con desconocidos, pero tras lo ocurrido esta tarde no se sentía muy fiel a sus enseñanzas.
"Señorita Parks, ¿se encuentra usted bien?"
"Sí, muy bien, gracias por su preocupación" y tras dar su respuesta amable volvió a contemplar el mar, intentando ignorarle.
"Pues no lo parece usted"
"¿Nadie le enseñó nunca a comportarse delante de una dama de mi posición ¿verdad?"
"Bueno, para empezar señorita Parks, no sé que título ostenta, aunque no apostaría muy alto por alguien que llega sola a la playa vestida únicamente con una bata y un camisón, ambos manchados de hierbas. Sin embargo, sea quien sea usted, tiene razón en una cosa, he sido descortés al tratar así a una mujer, le ruego me perdone"
"Está bien" dijo ella, podía haberle recriminado que seguía tratándola mal, pero sólo quería tiempo para pensar dónde ir.
"¿Y bien?" preguntó él.
"¿Y bien qué?" dijo ella, ya enfadada. Aquella, definitivamente, no era su noche.
"Debería decirme su título, si es que quiere que la trate adecuadamente...si no, con todo el pesar del mundo, deberé tomarla por una meretriz más de la zona portuaria"
"¿Meretriz?¿Cómo se atreve? ¡Soy la hija del conde Parks!"
"Oh, sí, he oído hablar de usted. Su padre y usted vienen aquí todos los inviernos y su llegada es comentada por todo el pueblo un par de semanas antes de que se produzca"
"¿De veras?" dijo ella ilusionada
"Yo que usted no me sentiría tan alegre" advirtió él "la gente no se pasa dos semanas hablando de algo tan banal como el regreso de alguien. La mayoría comentan las aficiones que su padre lleva a cabo en un bar de un barrio poco recomendado todos los jueves, o sus paseo por las casas de citas todos los miércoles, o los martes cuando..."
"Basta, mi padre se ausenta de casa por trabajo, es un hombre respetable, nunca lo verían por tales lugares"
"Sí, claro. Y eso te lo ha dicho tu querido progenitor, ¿no es cierto?" pregunto el desconocido.
"Pues sí, pero..."
"Sin embargo, lo más comentado es su última estratagema. Razón por la cual supongo que estás aquí" ella se quedó mirándolo con expresión interrogante "Me refiero, por supuesto, a lo de su matrimonio concertado, señorita Parks"
Ella se quedó anonadada "Tomas Rencs acudió esta mañana a pedir mi mano a mi padre, no ha sido concertado"
"Ya, claro, y no tiene nada que ver con las deudas de juego de su padre, la gran fortuna de los Rencs, y tu indudable belleza que ha atrapado, como lo haría con cualquiera, al pobre Tomas"
"¿Quién se cree que es usted para juzgar a un conde como mi padre o a un futuro marqués como es Tomas Rencs?"
"Yo...soy el portador de estrellas"

jueves, 14 de febrero de 2013

Hermoso e infinito.

Ella estaba sentado al borde del puerto, con los pies colgando hacia el inmenso océano que se extendía en el horizonte, llevaba los ojos pintados y un brillo ligero en los labios que, aunque nunca admitiría, se había puesto por él. Dejó que su mente divagara en su sonrisa, en sus ojos...y no pudo evitar sonrojarse, estaba totalmente loca por ese chico, y él, por alguna extraña razón, la correspondía. El llegó con el inicio del atardecer, como habían acordado, se sentó a su lado y le cogió de la mano, eso ya era un gesto automático para ellos. Durante un momento se quedaron en silencio, contemplando el ocaso.
"¿Sabes una cosa que no entiendo?" pregunto con ella sin apartar los ojos del astro rey.
"Dime" dijo él mirándola.
"¿Por qué los poemas tienen métrica si los sentimientos no se pueden medir?"
"No lo sé...¿sabes otra cosa que no entiendo?" y ésta vez ella se sumergió en sus ojos castaños olvidando por completo la caída del Sol.
"¿Por qué se celebra el día de los enamorados si estás enamorado todos los días? "
"Tampoco lo sé" respondió ella "es un mundo loco...de todas formas...te he escrito un poema"
"Y yo he traído aquí algo para ti...para celebrar San Valentín"
"¿Y qué es?" preguntó ella, ya que ambos habían acordado no hacer nada especial en esa fecha
Él atrajo la mano de ella hacia él, y la colocó sobre su pecho "ya sabes que mi corazón es tuyo, que siempre lo será...pero ser tu novio no me basta, en este día de hoy quiero darte un símbolo de nuestro amor, que es hermoso e infinito" y diciendo esto colocó un anillo con un diminuto zafiro. "Siento que no sea nada más ostentoso, pero nunca una joya destacará si eres tú quien la lleva"
Con las lágrimas a puto de salir de sus ojos "Es perfecto, todos los detalles que tienes conmigo son increíbles..."
"¿Qué hay de tu poema?" dijo él, quitando una lágrima que había conseguido sobrepasar la barreras de los ojos miel de ella.
"Es simple" dijo ella sacando una hoja y entregándosela a él. Aquél papel contenía todos sus sentimientos en una sola palabra, toda la angustia que sentía cuando él no estaba, todo su miedo.

Música  

martes, 5 de febrero de 2013

"Da igual, hace mucho y éramos personas distintas"

"Hola, ¿podrías ayudarme?"
"Claro" Sonrisa "¿Qué quieres?"
"Pues la verdad es que no lo sé..."
"Eso es grave, uno no puede caminar a un objetivo si no tiene uno, como tampoco podría hacerlo sin un faro que le guíe"
"Es que...hay tantas cosas que me gustaría saber...tanto que desearía preguntarte...empezaré por esto, ¿cómo es que tu cara me suena?, ¿hemos coincidido antes?"
"Puede ser, pero no importa que no te acuerdes, hace mucho y éramos personas distintas."
"¿Van a cambiar las cosas?" preguntó la primera llorando.
"Siempre que no sigas haciendo lo mismo, diferentes consecuencias requieren distintos actos"
"Gracias, Elena, me has ayudado mucho"
"De nada Elena, es un placer ser tu futuro"

domingo, 3 de febrero de 2013

Añoranza

Poco a poco desciende la luz hasta que sólo el escenario se mantiene iluminado. Entra el director en un silencio absoluto, los músicos permanencen inmóviles, esperando órdenes.
"Un, dos, tres, y..." y así empiezan las trompetas e instrumentos de percusión, así empieza a surgir un sentimiento en lo más profundo de su pecho que en un principio no supo reconocer...pero a medida que una acumulación crecía en su garganta, que sus ojos se inundaban y unas gotas calientes caían por sus mejillas lo supo. Siguió sentada mientas la obra se desarrollaba, prestando atención incluso a los silencios, porque aquello que sentía no tenía otro nombre que añoranza, estaba llorando no sólo por la belleza del conjunto de instrumentos creando la magia que es la música frente a ella...lloraba porque una parte de ella, que creyó muerta tras dejar a un lado sus instrumentos en favor de sus estudios, se estaba removiendo en su interior, y ya no podía ser ignorada.
*Aplausos*
"¿Estás bien?"
"Sí"
"¿Te hizo llorar?"
"Sí...gracias por recordarme lo bella que es la música...y lo mucho que la echaba de menos"
Y siguieron escuchando el concierto, ella con la nueva certeza de que se reencontraría con la música tarde o temprano.