jueves, 13 de agosto de 2015

El portador de estrellas

Décimo segunda parte
Los siguientes días parecieron borrones en la vida de Lizzie, tan sólo esperaba noticias del paradero
de su padre y la pronta recuperación del señor Rencs. Desde la jornada del incidente no había vuelto a ver a Orión, ni a escuchar su voz dentro de su cabeza, parte de ella lo agradecía y parte echaba de menos su sonrisa torcida y sus constantes bromas.
Por otro lado Tomas intentaba por todos los medios traer a Lizzie al mundo real, pero aunque su cuerpo se hallaba en la mansión, sus pensamientos volaban a miles de kilómetros. La única persona que parecía traerle vida a sus ojos castaños era, irónicamente, Edmund, quien pasaba todas las tardes a seguir la evolución de Matthew y comentaba con ella sus progresos antes de irse.

"No soy médico Lizzie, pero creo que en un par de semanas Tomas tendrá fuerzas para levantarse y caminar de nuevo"
"Muchas gracias, Edmund...por todo"
"No tienes que darlas, somos aliados, ¿recuerdas?"
Ella no contestó, ya sabía el estado de su futuro suegro, así que podía volver a sus pensamientos. Lejos de ofenderse, Edmund parecía haberse acostumbrado a la lejanía de la muchacha con todo el mundo, así que se despidió de todos y se dispuso a cruzar el umbral de la puerta cuando Tomas le abordó.

"Edmund, ¿tienes un segundo? Estoy preocupado" dijo.
"Ya has oído lo que le he dicho a Elizabeth, tu padre saldrá de ésta."
"Lo sé, pero no es él quien me inquieta ahora mismo." y le miró profundamente a los ojos, no hacía falta decir el nombre de la chica para que ambos entendieran de quien hablaba.
"Acompáñame a mi montura, ¿quieres?" dijo girándose y sin mirar atrás para comprobar si Tomas hacía lo que le decía.
"Tu prometida ha pasado por mucho, demasiado, estos días, es normal que esté ausente."
"Pero...parece que no importa lo que le diga ella no responde."
"Porque lo único que le puedes decir tú que la ayude es que han apresado a su padre."
"¡Qué dices!" exclamó Tomas.
"¿No la entiendes no? por Dios, en breve será tu esposa y pareces ser el único que no la comprende..." paró al lado de su yegua y le miró a los ojos "Tomas, ella se siente responsable de lo que ha pasado con su padre, por eso ha renunciado al apellido Parks y aceptado el de tu familia...ella espera que lo apresen y poder casarse contigo para compensar a los tuyos."
"Entonces...ella no nos ha aceptado porque nos quiera..."
"No es eso Tomas, está claro que le tiene muchísimo cariño a tu familia, pero apenas lleva unas semanas aquí, no podías esperar que te aceptara tan rápido si pretendías que fuera por amor."
"No...supongo que no...pero yo no quería que esto fuera así, yo quiero que ella sea feliz conmigo."
"Si me permites un consejo, y te juro por el honor de mi familia que no estoy interesado en cortejar a Lizzie, si te casas con ella al poco de resolverse todo este asunto ella nunca será feliz contigo."
"¿Y qué hago?, ¿sugieres que debería repudiarla?"
"No Tomas, pero acógela aquí como harías con mi hermana, como si fuera una amiga. No la presiones y por Dios, trata de entenderla un poco más."
"No lo entiendo, parece como si tú, que apenas la has visto, la entendieras mejor que yo, que convivo con ella estos días"
"Ella se siente bien en mi presencia porque sabe que a pesar de que me debe algo, como a todos los de esta casa, yo le pediré algo a cambio...conmigo siempre podrá volver a estar en paz."

Y como siempre ha sido, los días se sucedieron a las noches. Sol, luna, Sol, luna...el señor Rencs se levantaba...Sol, luna, Sol, luna...seguían sin haber noticias de su padre...Sol, luna, Sol, luna...Anna venía a hacerse cargo de ella...Sol, luna, Sol, luna...
De pronto, todos las emociones de los días que habían pasado como un suspiro se concentraron en un breve periodo de horas. Lizzie estaba en su cuarto, era una noche fría y ella se encontraba en la terraza, mirando al infinito. De pronto, una pequeña y casi imperceptible estrella fugaz corrió por una diminuta parcela del amplio cielo.
Orión...pensó Lizzie, había bloqueado todo pensamiento sobre él desde el incidente, pero ahora que el señor Rencs se encontraba mucho mejor se permitió pensar en él...me pregunto...me pregunto donde estará...y si está enfadado conmigo por lo que he hecho. Sin darse cuenta se había llevado los dedos a los labios.
"Yo también pienso en ese beso" dijo la voz más triste que jamás nadie pudiera haber oído a sus espaldas.
"¡Orión!" dijo ella, sobresaltada, miles de cosas pasaron por su cabeza en ese momento...que lo extrañaba, que le debía mucho a los Rencs ya como para permitirse verle otra vez, que el corazón le latía a mil por hora...Pero en lugar de gritarle, echarle o invitarle a pasar simplemente le abrazó y empezó a llorar.
"Eh, Liz, ¿qué pasa?" el chico estaba realmente sorprendido y preocupado, pero ella no podía hablar; lloraba de odio, de rabia, de tristeza, de impotencia...y de alivio porque por fin él estuviera ahí y pudiera sentirle cerca. Ni ella sabía lo que lo había extrañado. Le fallaron las piernas, así que Orión la cargó en brazos y los sentó a ambos en la cama, todo ello sin desprender el abrazo que los unía.
"Per...perdona" dijo ella cuando pudo serenarse "no deberías haber tenido que soportar esto, gracias."
"Liz, no es nada...yo...no sabía si querías verme, pero estaba pensando en ti...y sentí que por primera vez en semanas tú también pensabas en mí y...no sé si he hecho bien al venir."
"Sí, has hecho bien, creo...creo que tenemos que hablar."


No hay comentarios:

Publicar un comentario