sábado, 23 de noviembre de 2013

El portador de estrellas

Décima parte:
"Estúpido Edmund" dijo Lizzie en voz alta. Se sorprendió a sí misma por el enfado de sus palabras, pero sentía que su vida ya era bastante complicada y que no necesitaba a otro hombre en ella. Cogió el sobre entre sus dedos con intención de romperlo cuando a su mente llegó una frase de Orión: <<¿No sientes una tremenda curiosidad por esa carta?>>
¿Qué quisiste decir con eso? Si fuera una simple carta de amor no hubieras mostrado tanto interés...pensó Lizzie y, rompiendo la promesa de volver a la cama tras la partida del portador, abrió la carta.

"Estimada Elizabeth Parks Rencs,
     Quizá debería pedirte perdón, pero puesto que me debes un favor, me ahorraré el falso arrepentimiento. Con eso quiero decir que no lamento ninguno de mis halagos, pues soy amante del arte y tú eres la definición más próxima a esa palabra que conozco.
    Lo que sí quiero darte es una explicación, no siento ningún interés en tener una relación romántica contigo, no porque no seas hermosa (lo cual ya ha quedado claro que eres), no porque no seas virtuosa e inteligente. Mis motivos me los guardaré para mí mismo por ahora, por ahora sólo debes conocer que el motivo de mi actuación fue ver la posibilidad de sacar a mi hermana Rosaline de la desdicha. Puede que ahora me, mejor dicho, nos odie, pero si continuaba con su obsesión por Tomas moriría sola...estoy seguro que dentro de unos años estará casada y agradecerá lo que he hecho por ella. Además, conozco al tímido de Tomas...necesitaba un empujón, verás como ahora está más próximo a ti y la petición no tarda en llegar.
   
Siempre tuyo,


                                               Edmund (tu amigo, tu aliado y fiel servidor)

P.D: Espero volver a verte pronto y prometo informarte antes de introducirte en mis futuros y, como no, descabellados planes."

"Estúpido metomentodo Edmund" exclamó Lizzie "¿Cómo se le ocurre darle alas a Tomas?, ¿Quién se cree que es para ir jugando con las vidas de todo el que tiene delante?" Y rabiando así la encontró Beatrice.
"¿Ocurre algo querida?" dijo ella, con verdadera preocupación por la chica.
"Nada en absoluto...sólo estaba recordando lo sucedido ayer..."
"Sí, entiendo que las palabras de Rose la hirieran"
"¿Rose?..." dijo ella volviendo al mundo real "Oh, sí, por supuesto...fue del todo...inapropiada"
"No siempre es así...debo decir, y no es por defenderla, que nunca la había visto actuar de esa manera..."
"A veces el corazón gobierna sobre la razón" dijo ella, entendiendo a Rose.
"Sí...pero no se entristezca, verá como ella vuelve a disculparse y se hacen amigas"
Lizzie sólo pudo fingir una sonrisa y asentir, no quería seguir pensando en nada que estuviera mínimamente relacionado con Edmund.
"¿Sabe qué haremos hoy?" preguntó a su criada, mientras ésta la vestía.
"Sí, los hombres irán a cazar y usted y Sylvia irán de compras a la ciudad"
"¿De compras?, ¿con éste tiempo?" dijo ella asombrada
"Señorita...¿no ha abierto las cortinas hoy, no es cierto?"
No, no las había abierto. Pero ese comentario la apresuró a apartarlas para ver el mismo panorama de los últimos días: lluvia, viento y en ocasiones hasta niebla. Su estupor no pudo ser mayor al encontrarse que la única agua que quedaba era la de los charcos, el sol reinaba aquella mañana.
"No puede ser..."
"Señorita, ¿se encuentra bien? se está poniendo blanca"
"Yo...yo...yo...es sólo que..." Es sólo que el buen tiempo significaba su partida, es sólo que una parte de ella quería quedarse y otra ansiaba volver a casa...es sólo que Tomas podría cambiar de parecer y pedirle matrimonio antes de que se fuera...
"No se preocupe por su padre" dijo Beatrice, acercándola a la cama "Matthew se lo lleva hoy de caza precisamente para intentar ampliar su estancia"
"¿Qué pasa si no lo consigue?"
"Que...que tendrá que irse, señorita"
Lizzie tragó saliva y, sin saber de donde sacó las fuerzas, se levantó y dijo:
"Si es mi último día, habrá que disfrutarlo" y con eso salió de su cuarto y se dirigió al salón donde la esperaba Sylvia.

Ir de compras con la señora Rencs fue una de las experiencias más divertidas que Lizzie había vivido. Desde luego ir de tienda en tienda y verse cubierta de regalos hizo desaparecer sus preocupaciones por completo. Además, la inmensa amabilidad de Sylvia no parecía tener fin. Fue una tarde de risas, cariño y confidencias.

"¿Puedo preguntarle algo, Sylvia?" dijo Lizzie en el camino de vuelta en coche.
"Por su puesto, cariño" dijo ella mientras le apartaba un mechón de pelo de la cara "Pero no me trates de usted, me hace sentir vieja"
"¿Te casaste por amor?"
"No...al menos al principio. Quiero decir que amo a Matthew con toda mi alma, pero, y que Los Cielos me perdonen, cuando me casé con él lo odiaba, y era un sentimiento mutuo. Nuestros padres nos habían
empujado a un matrimonio de conveniencia y él se llevó la peor parte, pues estaba enamorado de otra chica.
Estuvimos meses viviendo en la misma casa evitándonos...hasta que un día su amor, que siempre había sido precaria en cuanto a lo que salud se refiere, murió. Él estaba destrozado y no hacía más que beber y beber. Todos los criados se fueron, nos quedamos a solas él, sus borracheras y yo." Sylvia cogió una gran bocanada de aire, se notaba que había sido una época difícil "Yo sentí lástima por él, y lo saqué de ese pozo en el que se había hundido, así nació nuestro amor: con paciencia, cariño y tiempo"
"Me alegro de que ahora sean felices"
"Tú también lo serás Lizzie, ya lo verás" dijo ella, parecía que iba a añadir algo más cuando el coche se detuvo. "Hemos llegado" añadió sonriendo.

Pero al bajarse Lizzie descubrió lo diferentes que eran las cosas. Su padre, Matthew  y Tomas las esperaban al final de las escaleras, parecían mantener una acalorada discusión.
"Lizzie" dijo su padre "Nos vamos"
"¿Por qué?" fue lo único que puedo decir.
"¿QUIÉN CREES QUE ERES PARA CUESTIONARME?" dijo él.
"Yo lo...lo"
"Ni se te ocurra decir que lo sientes, Lizzie" dijo Matthew "Este hombre no merece tus lamentos"
"¿Qué ha sido del señor Parks? Pensaba que querías casar a tu patético hijo con ella"
"Un hombre que atormenta a su hija no merece mi respeto. Y sobretodo uno que lo hace porque no puede afrontar que él mató a su mujer"
"¿CÓMO HAS DICHO?"
"He dicho que he llamado al doctor Jackman, y me ha contado una curiosa historia sobre un hombre que se negó a contratar los servicios de un médico en el parto de su esposa, lo que condujo a la muerte de ésta."
"Padre...¿es eso cierto?" dijo ella, al borde de un ataque de nervios
"¡Por supuesto que no!, ahora sube al coche"
"No voy a ninguna parte"
"¿Reniegas del hombre que te ha criado y mantenido?"
"No, señor" intervino Matthew "creo que está renegando de un asesino"
"Vuelve a decir esa palabra y..."
"¿Y qué?, ¿añadirás agresión a los cargos?"
"¿Cargos?" preguntó Tomas
"Desde que supe lo que había hecho avisé a la policía. Resulta que es un homicidio en toda regla, pues el médico le había advertido que sin los cuidados adecuados el parto podría torcerse...es más, aún conserva la carta a la que le respondió este sinvergüenza cuando el doctor, temiendo por la vida de la madre de Lizzie, ofreció sus servicios gratuitamente. ¿Cómo era? Ah, sí, métase en sus asuntos, médico de pacotilla."
"¡No!" exclamó Sylvia.
"Sí, y lo peor de todo es el motivo. En el acuerdo matrimonial estaba escrita una cláusula en la que se estipulaba que los Parks sólo cobrarían la cuantiosa dote cuando ella muriera y sólo si dejaba, al menos, un heredero. De esta forma el abuelo de Lizzie intentó proteger a su hija y su fortuna, no pensó mal de éste truhán." dijo mirando directamente a los ojos al progenitor de Lizzie "la policía está al llegar, afrontarás tu las consecuencias de tus actos"
"¡Tú!" dijo Parks, cargado de rabia, mientras caminaba hacia Matthew "Tú, que me ofrecías un futuro de riquezas me has apuñalado por la espalda" apenas estaba a un paso de él cuando dijo "al menos yo tendré la decencia de hacerlo de frente"
Y sacando una navaja de su bolsillo, cumplió su sentencia, hundiéndolo en el estómago de su anfitrión. Nadie pudo reaccionar en ese momento, y para cuando lo hicieron Parks ya había huido, dejando al pobre Matthew en medio de un charco de sangre.