viernes, 30 de agosto de 2013

El portador de estrellas

Octava parte:
A la mañana siguiente el mundo parecía mucho más brillante, como si el estado de ánimo de Lizzie se hubiera extrapolado al mundo.
"Buenos días, señorita Parks, ¿requerirá esta mañana mis servicios?" preguntó Beatrice
"Se lo agradecería mucho, ¿por casualidad está al tanto de la agenda programada para hoy por los Rencs?"
"Sí, señorita" y mientras sacaba un vestido lapislázuli con cintas moradas del armario y unos zapatos a juego "después de desayunar, usted y su padre están convocados a una jornada de juegos de mesa en el salón, aunque debería añadir que su progenitor ha sido cordialmente invitado a permanecer en su habitación todo el día" dijo ella
"Entiendo..." no era de extrañar que Matthew le hubiera pedido eso a su padre tras su comportamiento la noche anterior...anoche pensó Lizzie anoche todo cambió. Y mientras la doncella la ayudaba a vestirse ella rememoraba cómo la cena se había precipitado, su charla con Tomas, la promesa de Matthew de alejarla de las palabras de su padre, el beso de Orión...aún podía sentir el sabor de sus labios.
"Este vestido le sienta muy bien señorita, si se me permite"
"Oh, muchas gracias, Beatrice...la verdad es que no conozco su procedencia, no recuerdo haberlo heredado de mi madre, de echo, no recuerdo haberlo visto nunca"
"Es...un regalo de la señora de la casa, quiere que su estancia a partir de hoy sea lo más placentera posible"
"Ella...¿es una mujer muy buena, verdad?" fue más un pensamiento en voz alta que una pregunta.
"Lo es, antes servía en otra casa de la zona...apenas valíamos más que el ganado para nuestros dueños...Sylvia Rencs ha aportado dignidad a cada uno de sus empleados...somos una gran familia bajo un mismo techo" dijo ella, con cariño "la esperan señorita, espero que disfrute del Brummell"
"¿Brummell?, ¿no es un juego de al menos ocho jugadores?"
"Oh, se suponía que era una sorpresa, perdóneme señorita...los vecinos, la familia Dimmberg, se unirán a ustedes en ésta velada"

Una hora después aparecieron los Dimmberg, un grupo de seis miembros ataviados con abrigos, gorros, guantes, bufandas...y todo tipo de complementos que les permitiesen luchar contra el terrible tiempo que caía sobre Linmond, afortunadamente para Lizzie.
"¡Sarah! me alegro de que hayáis conseguido llegar hasta mi mansión" dijo Sylvia abrazando a su amiga "John, cada día pareces más joven" alagó mientras éste le besaba la mano "Y vuestros hijos, ¡como han crecido! Rose, Edmund, Richard, Daniel...estáis todos guapísimos"
"Es usted muy considerada, Sylvia" añadió Rose, con una más que exagerada reverencia "¿Dónde está Tomas?"
"Rose y sus prioridades, por supuesto" comentó el chico al que se habían referido como Edmund
"Edmund, no empieces, en esta casa somos invitados" le reprendió John Dimmberg
"Ella sabe que bromeo" dijo él a modo de disculpa
En ese momento el mismo Tomas entró en la habitación con Lizzie cogida del brazo.
"Tomas, me alegro tanto de..." empezó Rose, pero paró en seco al ver que no se encontraba solo.
"De que te encuentres en tan buena compañía" terminó Edmund "¿podemos conocer a la hermosa dama?"
"Mi nombre es Elizabeth Parks, estoy alojándome junto a mi padre en la casa de los Rencs durante...una temporada"
"El conde Parks, ¿no es cierto?" pregunto John "he...he oído hablar de él" por el tono de su voz dejaba claro que no se comentaban cosas buenas de su padre.
"Lo que la gente a menudo se olvida de comentar es la belleza de su hija" dijo Edmund
"Sí, esperamos que la belleza que es Lizzie sea nuestra hija muy pronto" comentó Matthew, como queriendo dejar claro que Elizabeth ya estaba siendo cortejada por su hijo y que los comentarios del mayor de los varones Dimmberg se estaba tomando demasiadas libertades.
"Pero no nos quedemos más en la entrada, pasen por favor" pidió Syvia

Y así se originó una de las veladas más extrañas a las que Lizzie había acudido. Con Sylvia presumiendo de ella con Sarah, Rose mirándola con una expresión de odio cuyo origen no tuvo tiempo de averiguar ya que mientras Tomas se esforzaba en darle conversación mientras Edmund no paraba de alabar una u otra cualidad que veía en ella, lo que provocó más de una reprimenda por parte de John, que estaba inmerso en una conversación sobre intercambios comerciales con Matthew todo esto mientras Richard y Daniel se reían a carcajada limpia y todos jugaban. Pasadas unas horas, el juego se disolvió, y se formaron tres pequeños grupos: Sarah, Sylvia, Matthew y John; Edmund, Richard, Daniel y Lizzie; y Rose, que se había llevado a un rincón apartado a Tomas.
"Tomas...¿en qué estás pensando?" inquirió Rose "te conozco desde pequeño y nunca has hecho una estupidez como ésta" su tono era bajo, pero no lo suficiente para que Lizzie no lo oyera.
"¿A qué te refieres, querida amiga?"
"A ella" dijo girando con poco disimulo la cabeza hacia Elizabeth "¿es que no sabes lo que se dice por ahí de su padre? Por Dios, si lo que querías era una distracción hermosa, podrías al menos haber escogido a una con mejor reputación"
"¿distracción hermosa?" dijo él ligeramente enfadado
"Sí, eso he dicho. No creo que seas lo suficientemente estúpido como para convertirla en tu esposa"
"¿Y por qué no? si es que puedo saberlo"
"Su padre está endeudado con cada bar de aquí a dos días de camino en cualquier dirección. Vendería la virginidad de su hija, si es que su honra continúa sin mácula, a cualquiera que pudiera costearle sus vicios"
"Espero que retires eso"
"Sólo digo la verdad, no quiero que caigas en desgracia, te mereces algo mejor, Tom"
Lizzie ardía de rabia, no soportaba esas acusaciones contra su padre, tanto como si fueran ciertas como si no. Pero ella no fue la única que escuchó tan graves insultos. Edmund la miró con atención un segundo antes de decir
"Preciosa, recuerda ésto en un futuro" y dicho ésto se acercó a su hermana. "Pérdonala, Tom, diría que está bebida y no sabe lo que dice, pero de lo único que está ebria ésta maleducada es de celos. Ya ves, cualquiera se sentiría mal tras haber rechazado nada más y nada menos que a dos pretendientes con la vaga esperanza de que algún día su amor platónico de toda la vida, Tomas Rencs, llamaría a su puerta y le pediría matrimonio. Y un buen día, recibe una invitación de los Rencs para toda su familia, se pone sus mejores galas y llega ilusionada a la entrada...para encontrar a su amor, de la mano de una chica más joven, guapa y de mejor posición...no puede aspirar a superarla, así que intenta destruirla"
El silencio de la habitación sólo fue roto por el repentino jadeo de Rose, que había roto a llorar.
"¿Cómo has podido?" fue lo único que dijo
"Alguien tenía que abrirte los ojos mientras aún eres lo suficientemente joven para tener pretendientes, querida" y tras esto, ella le dio un bofetón y salió de la casa, sin pararse a coger su abrigo si quiera.
Todos miraban a Edmund, y este sólo tenía ojos para Lizzie.
"Prepárate para la peor enemiga que puedas tener" le dijo él "afortunadamente tienes a un gran aliado a tu lado" dijo, besándole la mano, como si se estuvieran presentando de nuevo.


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