domingo, 16 de junio de 2013

El portador de estrellas

Sexta parte:
"En la época en la que mi padre andaba por este mundo los dioses tenían mucho más contacto con sus creaciones de las que tienen ahora. Claro que ahora casi ninguna civilización cree en ellos, en los auténticos dioses me refiero..." Orión se encontraba sentado en un sillón con la mirada perdida en el universo, físicamente estaba con Lizzie, pero su mente se hallaba en una época hacía mucho concluida. "Mi pueblo se encontraba bajo un volcán, era una tierra muy próspera y los ciudadanos eran bendecidos con buenas cosechas. Se decía que estábamos protegidos por la buena mano de Eugeona, la diosa de la naturaleza y la vida. Un día Eugeona bajo a visitar a su amado pueblo, y fue respetada y amada por todos los habitantes. Trena, la diosa de los volcanes y el fuego se sintió celosa por tanta atención, al fin y al cabo la tierra era tan fértil debido a su suelo volcánico, por lo como venganza, decidió arrasar mi pueblo" Orión trago saliva, Lizzie pensó pedirle que siguiera, pero justo cuando separó los labios, él continuó.
"La erupción fue terrible, en pocos segundos las casas más cercanas al cono estuvieron destruidas...Eugeona intentó detenerla, pero eso sólo aumentó la furia de Trena, que paró de atacar a mi gente y centró su poder destructivo en nuestra diosa. Los ciudadanos no sabían que hacer, veían como las diosas empleaban todo su poder y que cada golpe fallido caía a la tierra, causando una catástrofe. Pronto Trena comprendió que en igualdad de condiciones nunca ganaría, así que atrapó a un niño y amenazó a Eugeona con matarlo. Ella era la diosa de la vida, no tenía elección, se rindió y recibió un terrible ataque de poder de la diosa de fuego. Calló al suelo y cuando Trena se disponía a acabar con ella, un muchacho se interpuso entre ellas...mi...mi padre" dijo con una media sonrisa
"Fue muy valiente" dijo Lizzie, impresionada por la historia. De pronto Orión pareció recordar que se encontraba en la habitación de invitados de los Rencs.
"Fue muy estúpido" le dijo "Trena se rió de él, le dijo que para ella su vida no era nada, que si no se apartaba no dudaría en matarlo...él le dijo que si abandonaba a la diosa que tanto les había dado jamás podría vivir en paz consigo mismo"

"Pero, ¿no veis que yo os he dado el suelo fértil donde crece vuestro alimento?" dijo Trena
"Por supuesto...pero sin vida, no tendríamos alimento...ni siquiera existiríamos nosotros. Si matas a Eugeona no sólo acabarás con la prosperidad de este pueblo, acabarás con el mundo"
Y aunque Trena no era la diosa de la vida, sí la apreciaba. Siempre se había encargado que el suelo de esa región, al igual que muchas otras, tuviera los nutrientes necesarios...al fin y al cabo se había sentido celosa porque esa gente no había reconocido su amor.
"Mi diosa Trena...por supuesto que te amamos, pero nunca hemos podido acercarnos a la grandeza de tu obra para venerarte, el volcán es demasiado activo para nosotros, moriríamos en el intento"
Y Trena supo, mirando a los ojos de ese pequeño humano, que no le mentía. La amaba, al igual que a Eugeona, y su reacción había sido desmesurada.
"No puedo creerlo...por primera vez a sido un humano quien ha abierto los ojos a un dios" fue lo único que pudo decir "ahora...ahora me siento inútil...he destruido tanto...y ni siquiera soy capaz de repararlo"
"Puede que tú no" dijo Eugeona levantándose del suelo "y yo tardaría demasiado, pero juntas podremos devolver el esplendor a esta tierra...aunque jamás podremos reparar las vidas perdidas"

"Y así lo hicieron" dijo Orión "trabajaron juntas hasta que el Sol no fue más que una fina línea. Entonces, se acercaron a mi padre, y le dejaron una gota de su poder, que sólo podría ser utilizar una vez. Le advirtieron que era demasiado potente como para usarse a la ligera, pero que sabían que él era un hombre inteligente y que sabría aprovechar ese don. Y Eugeona volvió a los árboles, y Trena volvió a la lava...y todo quedo en silencio" Orión cruzó la habitación y se sentó en la cama junto a Lizzie mirándola profundamente a los ojos.
"Muchos fueron los que durante años le preguntaron a mi padre en qué usaría su poder. Al principio pensó en reservarlo para épocas de sequías o hambruna, pero nunca se produjeron. Debido a su inteligencia y a su bendición le nombraron jefe y contrajo matrimonio con una mujer de la tribu...lo intentaron durante años, pero no pudieron tener hijos, así que mi padre pensó que el regalo de las diosas había sido un presente para él, ya que gracias a la colaboración de éstas a la aldea no le faltaba de nada. Colocó la gota en la copa de su amada y dijo que su hijo sería el más poderoso del mundo...y nueve meses después yo nací, y esa noche por primera vez las nubes que cubrían el mundo se despejaron, dejando ver las estrellas por primera vez."
"No..." dijo Lizzie, pero la voz no le llegó a salir.
"Sí, el egoísmo de mi padre hizo que su deseo fuera concedido...pero de una forma que mi padre desconocía. Desde luego, no controlé las estrellas desde esa noche. Las diosas hablaron con mis padres, a partir de mi décimo séptimo cumpleaños el tiempo se congelaría para mí, y estaría condenado a viajar por el mundo cuidando de que las estrellas no se precipiten contra La Tierra"
"No es justo" dijo Lizzie "Te condenaron antes de nacer...no deberían haberte hecho eso, las diosas deberían haber..."
"Las diosas hicieron lo que mi padre les pidió, le dieron un hijo poderoso. La vida no es justa Liz, si lo fuera yo habría muerto hace eones y nunca habría contemplado tu belleza y eso es algo que bien vale millones de noches de guardia" dijo él, levantándose y abriendo las puertas del balcón.
"¿Orión?"
"¿Sí, Liz?"
"¿Te marchas?"
"Sí, creo que esta noche has tenido suficientede mí por hoy"
"¿Orión?"
"Sí, Liz?" dijo el algo más impaciente.
"Bésame"

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