martes, 19 de febrero de 2013

El portador de estrellas

Primera Parte:
El sol hacía tiempo que había empezado a declinar por el horizonte, apenas sus últimos rayos luchaban ya contra la inevitable noche, que amenazaba con alzarse sin luna aquel día de invierno. Elizabeth, o Lizzie como sus conocidos la llamaban, Parks se encontraba sentada en el salón de la casa a la que se habían trasladado al empezar el invierno huyendo del frío de su ciudad natal. Era una joven particularmente bella, no  poseía esa belleza que salta a la vista y llama tanto la atención, pero sí tenía esa chispa de hermosura que atrapa, ya que nadie sabe exactamente de donde proviene, pero no les importaría pasarse la vida averiguándolo, ya que este tipo de atractivo, al contrario que el primero, perdura para siempre. Su padre, un conde empobrecido que siempre había intentado vivir por encima de sus posibilidades, la había llamado a reunirse con él esa tarde, algo no del todo inusual ya que Lizzie era una gran conversadora.

Las siete en punto tocaba el reloj de cuco de la esquina cuando su padre hizo su aparición, Lizzie dejó el libro que hasta entonces había captado su total atención a un lado, la prosa de Jane Austin no era motivo para no mirar a su progenitor. Él la miró, empezando por sus delicados zapatos blancos con un pequeño lazo verde y siguiendo su camino hacia arriba por su impresionante vestido, herencia de su madre, rosa con tiras también esmeraldas para acabar en sus ojos castaños, profundos y cálidos.

"Mi querida Lizzie" comenzó "sabes lo mucho que te quiero y todo lo que hago por ti y que mi deber como padre es procurarte lo mejor, ¿no es cierto?"
"Sí, padre" contesto algo sorprendida por ese comienzo Elizabeth "nunca he dudado de su gran bondad hacia mí"
"Lo sé cariño, eres un ejemplo de hija ideal: eres obediente, inteligente, educada, si tan sólo..."
"si tan sólo no hubieras acabado con la vida de tu madre al nacer serías perfecta" completó Lizzie en su cabeza. Nunca se atrevería a decirlo en voz alta, pero sabía que su padre, a pesar de amarla con locura, aún la culpaba por aquel fatídico incidente.
"Pero bueno, para lo que te he llamado hoy aquí es para decirte que igual de buena hija que eres hoy espero que seas buena esposa"
Aquello sí que la dejó con la boca abierta, su padre nunca le había hablado de matrimonio hasta ahora, de echo, había intentado retrasar su puesta en sociedad cuando tenía doce años.
"Yo también confío en que algún día lo seré" fue todo lo que pudo decir ella.
"Oh, querida mía, estoy hablando de un futuro inmediato. Tomas Rencs, el hijo del marqués Matthew Rencs, me ha pedido tu mano esta misma mañana"
"Pe...pe...pero padre" consiguió arrancar Lizzie, su cabeza estaba hecha un caos en aquel instante "Tomas vive en Rocksfile, eso está a más de 6 días de camino"
"Prueba más que suficiente de su amor por ti, ¿no crees? se presentó aquí temprano, mientras tú paseabas por la playa, lo hizo apropósito ya que no quería que lo vieras por aquí y empezases a sospechar algo"
"¿Sospechar algo?¿Cómo iba a sospechar nada cuando Tomas nunca ha manifestado interés alguno por mí?" soltó ella sin pensar.
"Calma, Lizzie, ya sabes que los Rencs son gente reservada, nunca muestran sus verdaderas intenciones hasta saber que conseguirán sus objetivos"
"Bueno, con usted está claro que ha acertado el momento, pero yo aún no he decidido aceptarle, padre"
"¿CÓMO HAS DICHO?" Bramó el señor Parks "¿Rechazar a un marqués de su calibre?¡Niñata desagradecida! No sabes lo que he tenido que hacer durante todos estos años para que el paleto de Tomas se fijara en ti. Tú, que no eres más que una chiquilla pobre, que sabe más de los libros que de la vida, y que encima no posee belleza, no eres ni la sombra de tu madre"
Elizabeth se quedó paralizada, nunca su padre le había chillado de esa manera "perdóneme padre..."
"Tranquila hija, sé que recapacitarás y..."
"Perdóneme padre, pero no tengo intención de casarme con Tomas Rencs" interrumpió Lizzie. Después de eso todo pasó muy rápido: la mirada furibunda de su padre, la mano alzada que pronto se estrelló contra su cara, su delgado cuerpo cayendo por el suelo, los gritos de su progenitor, que en un principio se dirigían a ella y más tarde alertaban al servicio. Anna entró en la habitación, seguida por Hugo, ambos se la llevaron al salón donde su padre había ordenado curarle las heridas y maquillarla para que nadie, especialmente Tomas si decidía aparecer por allí, pudiese ver los resultados de la animada charla de aquella tarde.

Cuando por fin la dejaron en su habitación sola, empezó a llorar, le llevó una hora serenarse. Cuando por fin comprendió que las lágrimas no la sacarían de su situación, decidió huir. Se vistió con dificultad (ya que esa tarea solía llevarla a cabo Anna) y descendió con mucho cuidado por las enredaderas que llegaban hasta la ventana del que era su cuarto en Portblade. Salió corriendo sin rumbo fijo, no tenía muy claro a dónde ir, a penas conocía un par de caminos en aquel lugar, y todos llevaban a la playa, por lo que se vio obligada a ir allí. El frío era casi palpable, apenas se había puesto una bata encima del camisón y su calor corporal descendía preocupantemente. La luna nueva hacía que la noche fuera particularmente oscura, cuando llegó al muro que delimitaba la zona habitada de las casas se quedó quieta, contemplando la fuerza con la que un mar de tinta golpeaba la arena.

"Buenas noches señorita, ¿se encuentra usted bien?" una voz la sobresalto de sus pensamientos, el mar la había cautivado de tal forma que no se había percatado de la presencia de alguien a su derecha. "Siento haberla asustado, ¿señorita...?"
"Parks, Elizabeth Parks" dijo ella, su padre le había dicho que no hablara con desconocidos, pero tras lo ocurrido esta tarde no se sentía muy fiel a sus enseñanzas.
"Señorita Parks, ¿se encuentra usted bien?"
"Sí, muy bien, gracias por su preocupación" y tras dar su respuesta amable volvió a contemplar el mar, intentando ignorarle.
"Pues no lo parece usted"
"¿Nadie le enseñó nunca a comportarse delante de una dama de mi posición ¿verdad?"
"Bueno, para empezar señorita Parks, no sé que título ostenta, aunque no apostaría muy alto por alguien que llega sola a la playa vestida únicamente con una bata y un camisón, ambos manchados de hierbas. Sin embargo, sea quien sea usted, tiene razón en una cosa, he sido descortés al tratar así a una mujer, le ruego me perdone"
"Está bien" dijo ella, podía haberle recriminado que seguía tratándola mal, pero sólo quería tiempo para pensar dónde ir.
"¿Y bien?" preguntó él.
"¿Y bien qué?" dijo ella, ya enfadada. Aquella, definitivamente, no era su noche.
"Debería decirme su título, si es que quiere que la trate adecuadamente...si no, con todo el pesar del mundo, deberé tomarla por una meretriz más de la zona portuaria"
"¿Meretriz?¿Cómo se atreve? ¡Soy la hija del conde Parks!"
"Oh, sí, he oído hablar de usted. Su padre y usted vienen aquí todos los inviernos y su llegada es comentada por todo el pueblo un par de semanas antes de que se produzca"
"¿De veras?" dijo ella ilusionada
"Yo que usted no me sentiría tan alegre" advirtió él "la gente no se pasa dos semanas hablando de algo tan banal como el regreso de alguien. La mayoría comentan las aficiones que su padre lleva a cabo en un bar de un barrio poco recomendado todos los jueves, o sus paseo por las casas de citas todos los miércoles, o los martes cuando..."
"Basta, mi padre se ausenta de casa por trabajo, es un hombre respetable, nunca lo verían por tales lugares"
"Sí, claro. Y eso te lo ha dicho tu querido progenitor, ¿no es cierto?" pregunto el desconocido.
"Pues sí, pero..."
"Sin embargo, lo más comentado es su última estratagema. Razón por la cual supongo que estás aquí" ella se quedó mirándolo con expresión interrogante "Me refiero, por supuesto, a lo de su matrimonio concertado, señorita Parks"
Ella se quedó anonadada "Tomas Rencs acudió esta mañana a pedir mi mano a mi padre, no ha sido concertado"
"Ya, claro, y no tiene nada que ver con las deudas de juego de su padre, la gran fortuna de los Rencs, y tu indudable belleza que ha atrapado, como lo haría con cualquiera, al pobre Tomas"
"¿Quién se cree que es usted para juzgar a un conde como mi padre o a un futuro marqués como es Tomas Rencs?"
"Yo...soy el portador de estrellas"

jueves, 14 de febrero de 2013

Hermoso e infinito.

Ella estaba sentado al borde del puerto, con los pies colgando hacia el inmenso océano que se extendía en el horizonte, llevaba los ojos pintados y un brillo ligero en los labios que, aunque nunca admitiría, se había puesto por él. Dejó que su mente divagara en su sonrisa, en sus ojos...y no pudo evitar sonrojarse, estaba totalmente loca por ese chico, y él, por alguna extraña razón, la correspondía. El llegó con el inicio del atardecer, como habían acordado, se sentó a su lado y le cogió de la mano, eso ya era un gesto automático para ellos. Durante un momento se quedaron en silencio, contemplando el ocaso.
"¿Sabes una cosa que no entiendo?" pregunto con ella sin apartar los ojos del astro rey.
"Dime" dijo él mirándola.
"¿Por qué los poemas tienen métrica si los sentimientos no se pueden medir?"
"No lo sé...¿sabes otra cosa que no entiendo?" y ésta vez ella se sumergió en sus ojos castaños olvidando por completo la caída del Sol.
"¿Por qué se celebra el día de los enamorados si estás enamorado todos los días? "
"Tampoco lo sé" respondió ella "es un mundo loco...de todas formas...te he escrito un poema"
"Y yo he traído aquí algo para ti...para celebrar San Valentín"
"¿Y qué es?" preguntó ella, ya que ambos habían acordado no hacer nada especial en esa fecha
Él atrajo la mano de ella hacia él, y la colocó sobre su pecho "ya sabes que mi corazón es tuyo, que siempre lo será...pero ser tu novio no me basta, en este día de hoy quiero darte un símbolo de nuestro amor, que es hermoso e infinito" y diciendo esto colocó un anillo con un diminuto zafiro. "Siento que no sea nada más ostentoso, pero nunca una joya destacará si eres tú quien la lleva"
Con las lágrimas a puto de salir de sus ojos "Es perfecto, todos los detalles que tienes conmigo son increíbles..."
"¿Qué hay de tu poema?" dijo él, quitando una lágrima que había conseguido sobrepasar la barreras de los ojos miel de ella.
"Es simple" dijo ella sacando una hoja y entregándosela a él. Aquél papel contenía todos sus sentimientos en una sola palabra, toda la angustia que sentía cuando él no estaba, todo su miedo.

Música  

martes, 5 de febrero de 2013

"Da igual, hace mucho y éramos personas distintas"

"Hola, ¿podrías ayudarme?"
"Claro" Sonrisa "¿Qué quieres?"
"Pues la verdad es que no lo sé..."
"Eso es grave, uno no puede caminar a un objetivo si no tiene uno, como tampoco podría hacerlo sin un faro que le guíe"
"Es que...hay tantas cosas que me gustaría saber...tanto que desearía preguntarte...empezaré por esto, ¿cómo es que tu cara me suena?, ¿hemos coincidido antes?"
"Puede ser, pero no importa que no te acuerdes, hace mucho y éramos personas distintas."
"¿Van a cambiar las cosas?" preguntó la primera llorando.
"Siempre que no sigas haciendo lo mismo, diferentes consecuencias requieren distintos actos"
"Gracias, Elena, me has ayudado mucho"
"De nada Elena, es un placer ser tu futuro"

domingo, 3 de febrero de 2013

Añoranza

Poco a poco desciende la luz hasta que sólo el escenario se mantiene iluminado. Entra el director en un silencio absoluto, los músicos permanencen inmóviles, esperando órdenes.
"Un, dos, tres, y..." y así empiezan las trompetas e instrumentos de percusión, así empieza a surgir un sentimiento en lo más profundo de su pecho que en un principio no supo reconocer...pero a medida que una acumulación crecía en su garganta, que sus ojos se inundaban y unas gotas calientes caían por sus mejillas lo supo. Siguió sentada mientas la obra se desarrollaba, prestando atención incluso a los silencios, porque aquello que sentía no tenía otro nombre que añoranza, estaba llorando no sólo por la belleza del conjunto de instrumentos creando la magia que es la música frente a ella...lloraba porque una parte de ella, que creyó muerta tras dejar a un lado sus instrumentos en favor de sus estudios, se estaba removiendo en su interior, y ya no podía ser ignorada.
*Aplausos*
"¿Estás bien?"
"Sí"
"¿Te hizo llorar?"
"Sí...gracias por recordarme lo bella que es la música...y lo mucho que la echaba de menos"
Y siguieron escuchando el concierto, ella con la nueva certeza de que se reencontraría con la música tarde o temprano.