viernes, 5 de octubre de 2012

El dolor es el precio.

Duele...siento un vacío en mi pecho, donde antiguamente un impulso eléctrico aletargaba el latido de mi corazón unos segundos con sólo pensar en tu nombre. No sé qué me hace más daño: si recordarte o tratar de olvidarte...porque al igual que sé que no debería evocar tu recuerdo, sé que no podré deshacerme de él. No importa lo que digan "un clavo no saca a otro clavo", no hay manera de borrarte de mi mente, no hay manera de dejar de mirar atrás...a tiempos más felices. Pues todo era tan fácil, tan bonito...que no resultaba difícil dejarse llevar, y sin embargo ahora siento que nado a contracorriente y que me voy a ahogar, que es sólo cuestión de tiempo que el torrente de sentimientos me desborde, y que ya no pueda salir a flote.
Una parte de mí, quizás la responsable de que aún siga en pie, se pregunta incansablemente el porqué...¿por qué no funcionó?, ¿por qué siento esto?, ¿por qué tú no? y esas preguntas martillean mi cabeza en los momentos en que mi mente parece distraerse, traen consigo flashes de los momentos compartidos y se pregunta ¿hubo algo de verdad en todo esto? y si no es así, ¿por qué llegados a un punto sí parecía real?
Y a pesar de todo sigo aquí, tras caer del cielo me encuentro en un limbo, peligrosamente cerca del borde al infierno. Hay momentos sin embargo en que la pregunta cambia, no me cuestiono la razón de las acciones, sino sus consecuencias: ¿y si no hubiera hecho esto?, ¿y si hubiera dicho eso?...¿y si no nos hubiéramos besado aquella primera vez? Y ahí es cuando mis pensamientos chocan con un muro NUNCA, ESO NUNCA, puede que me arrepienta de mis posibles actos, pero no me arrepiento de haber sentido, aunque fuera falso, que fui querida y sobretodo no me arrepiento de haberte dado mi corazón, que en parte (y me temo que esto será así siempre) sigue siendo tuyo.
Por eso no me importa el dolor, no me importa haber empapado mi almohada con lágrimas aquella noche, no me importa haber tenido que huir de casa para desahogarme...no me importa, porque si este es el precio a pagar por haber sentido que por primera vez en mi vida estaba VIVA, merece la pena .